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Memorias de un asesino

Caratula de "Memoir of a Murderer"

Crítica

Público recomendado: Adultos

La Palma de Oro a Bong Joon-ho por su film Parasite, ha disparado la popularidad internacional del cine surcoreano. Y no es para menos. No somos pocos los que llevamos años defendiendo el cine del país asiático por su derroche de calidad e intensidad que ponen en sus trabajos.

Park Chan-wook fue la persona encargada de hacer un más que abismal apertura con su cinta, Oldboy, adaptación del manga homónimo; el impacto fue de tal magnitud que se desató la fiebre del cine surcoreano en los sectores más especializados. Así llegamos a las extrañas y delicadas películas de Kim Ki-duk (Hierro 3, La isla) y Lee Chang-Dong (Oasis, Poesia); el salvajismo puro de autores como Kim Jee-woon (Encontré al diablo, A Bittersweet Life) y Na Hong-jin (The Chaser, The Yellow Sea). Lee Chang-Dong con su película Burning también levantó una gran ovación mundial, aun sin ser del todo lo reconocida que debía. En esta fiebre actual de cine surcoreano, aparece el director Shin-yeon Won cuyos trabajos anteriores tonteaban con el thriller, el terror y la acción más salvaje. Ahora, con esta cinta Memorias de un asesino (no confundir con Memories of Murder de Bong Joon-ho), se confirma como un director interesante, con poderosas armas narrativas con esta obra que juguetea con el espectador con ritmo, tensión y un clímax final asfixiante.

La trama es la siguiente: un antiguo asesino tiene Alzheimer, por lo que se encuentra retirado de su “trabajo”. Sin embargo, un día debe volver a las calles para proteger a su hija de su novio, otro autentico psicópata. Tan dramática, oscura, sugerente y bestia como uno puede imaginarse: como un cruce entre Memento y Remember de Egoyan, pero a la coreana. Lo cierto es la película se construye como un ejercicio de redención y la búsqueda de la identidad de una persona cuyos recuerdos empiezan a morir, algo que le da también la oportunidad de olvidar el horrible ser que fue en el pasado. Con una premisa de “asesino caza a asesino”, el guionista “(responsable también del guion de Oldboy) propone un relato sobre un ser castigado continuamente por flashbacks de su pasado y que lo van consumiendo, en una espiral de dolor e ira. La relación paterno-filial también juega un papel importante: el perdón a través de aquello que lo hizo abandonar ese mundo y la búsqueda la razón por lo que ahora es mejor persona. Podríamos considerar la obra como una parábola sobre el camino del bien, las metas que nos hacen ser mejor persona y los claroscuros por los que debe atravesar el ser humano hasta llegar a la plenitud.

Como es costumbre, técnicamente es impecable, realizada con una profesionalidad imponente. El cine surcoreano es capaz de la reflexión más bella, las imágenes más poderosas y visualmente hermosas; también del cine más bestia, animal, deshumanizante, loco y sin barreras. La película lucha un poco por mantenerse en una línea que equilibra la balanza,
siendo así una obra que permite una mayor entrada de público.

En resumen: una película que se compone como una parábola sobre la búsqueda del bien en el ser humano, con todos los aspectos que caracterizan las producciones surcoreanas. Violenta, triste y con un giro final que no dejará a nadie indiferente.

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