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Mi mejor amigo

Caratula de "Mi mejor amigo" (2021) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +12

Hay películas donde un elemento es fácil de identificar como aquel que lo sustenta todo: ese elemento nuclear que contiene la cinta entera en forma y fondo, que es a la vez resumen y punto de partida. El plano en profundidad del pequeño Charles Foster Kane con su trineo; el «I believe in America» con el que inicia El padrino o el cartel de neón que reza «El mundo es tuyo» al principio y final del Caracortada de Hawks. En el drama turco Mi mejor amigo (2021, Ferit Karahan) no es un movimiento de cámara, una puesta en escena, o un mensaje dicho o escrito, sino una acción. Bastante sencilla, por lo demás. Resbalar.

Yusuf (Samet Yildiz, notable; de ojos enormes y pestañas tupidas) y Mehmet (Nurullah Alaca) son compañeros de habitación en el internado y este último se metió en problemas durante la ducha semanal, cuando fue reprendido con el castigo del agua fría: en plena nevada y con la calefacción rota, terminar de bañarse sin agua caliente. Al día siguiente amanece enfermo y Yusuf, preocupado por su amigo, lo acompaña, ayuda y busca que los profesores y demás adultos del internado se involucren, encarguen o lo que sea necesario para que su amigo mejore.

Contada desde la perspectiva de Yusuf pero guardándose información (porque no sabemos casi nada, ni siquiera lo que sabe Yusuf), Mi mejor amigo se yergue sobre las veces que cada adulto se resbala por la nieve derretida al entrar a la enfermería donde está el desmayado Mehmet. El director, varios profesores, el cocinero, el lavandero. Resbalan. Todos. Como si de una película de Kiatostami se tratase, la relación entre los niños parece ser mucho más sólida que la que se da entre los adultos. Y estos, así, uno a uno, fallan casi cómicamente al tratar de resolver esta urgencia.

En el umbral del drama a la comedia de enredos, puede que a su pesar, Karahan termina por desviarse de un estático ¿Dónde está la casa de mi amigo? al resolver esto con una revelación que le hace un flaco favor a la solidez de la relación entre los jóvenes internos. Y afortunadamente, al contrario de lo que se lee en buena parte de las críticas a esta cinta, la disciplina de la institución no es nada a criticar, incluso si se llegase a tratar de eso. Pero no es así. La torpeza e inoperancia adulta es lo que queda en evidencia, aunque luego todo se nivele a la normalidad. Y es que esta ganadora del Festival de Chicago busca repartir culpas y esperar la asunción de responsabilidades, adultos o no, mientras la naturaleza sitia la cotidianidad sencillísima de un colegio de varones kurdos llevado por autoridades turcas. Íntima y pequeña, lo que Robert McKee llama minitrama, Mi mejor amigo es clara evidencia de que los accidentes, intencionados o no, pueden salirse de control algunas veces. Y resbalar lo es de la intención de no poder o querer afrontarlos.

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