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Mi querida cofradía

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: adultos

Como no podía ser de otra forma, estamos encantados en reivindicar a las mujeres para que ejerzan cualquier ocupación o actividad en la sociedad, también en puestos directivos en asociaciones de todo tipo, como es el caso de las cofradías y hermandades de Semana Santa.Es lo que persigue Carmen (Gloria Muñoz: Las furias, Llueven vacas, La vida inesperada…) por su compromiso y dedicación a la de su pueblo en Mi querida cofradía, de la directora malagueña Marta Díaz de Lope Díaz (Perdices, Los inocentes, Los pestiños de mamá…) en su nueva película.

Repleta de humor y de situaciones hilarantes, Marta, también coguionista, plantea en clave feminista la lucha de Carmen por presidir la hermandad a la que ha dedicado más de treinta años de su vida, frente a la candidatura de quien obtiene finalmente ese puesto, Ignacio (Juan Gea: El perro del hortelano, GAL, El palo…), gracias a una trama en la que está implicado el cura de la parroquia donde se aloja la hermandad.

Tras ocupar el cargo, Ignacio va a la casa de Carmen con una doble intención: consolarla y, al mismo tiempo, advertirle que ese puesto jamás será para ella porque siempre ha sido ocupado por hombres. Amoscada por el planteamiento taxativo del nuevo presidente de la hermandad, Carmen se ofusca y provoca involuntariamente un “accidente” al nuevo presidente de la cofradía.

Fuera de juego aquel y ante la inminente salida en procesión de la Virgen en Semana Santa, Carmen deberá tomar el control para evitar el fracaso, puesto que existen muchas gestiones que resolver ante la inminente salida del paso. Su personaje es el de una mujer que se debate entre la tradición y la modernidad al frente, coyunturalmente, de la cofradía, puesto que fueron las socias de la hermandad quienes la votaron mayoritariamente a ella para que cambiara los usos masculinos seculares de la asociación.

Fantástica en la interpretación y genialmente dirigida por Marta Díaz, Gloria Muñoz se encumbra deliciosamente en un papel lleno de matices, que transitan entre la exageración de las situaciones y la candidez con la que ella las aborda. Le acompañan en este comedia de enredo su hija (Pepa Aniorte: Cuerpo de élite, Rumbos…) y la vecina (Carmen Flores: Los pestiños de mamá, Norte, Lunático…), quienes dan robustez, enjundia y amplían carrete humorístico al filme.

Personajes sencillos, pero muy pegados a la tierra andaluza, que la directora malagueña conoce bien, no hay prácticamente descanso en el maremágnum cómico en el que nos lleva la directora y coguionista, junto a Zebina Guerra, de esta historia sureña, que podría ser de cualquier lugar con otros encartes.

El humorismo se va convirtiendo en crítica y reivindicación feminista en el tramo final de la película (las acompañantes de la Virgen rompen la tradición y deciden salir pintadas los labios, con escotes y faldas más cortas…), al que no le duelen prendas para “cargar” contra el cura que regenta la parroquia, al que presentan como apoyatura y sustentador de usos machistas en la forma de dirigir la cofradía, a cualquier precio.

Al desarrollar la crítica final con trazos gruesos, Marta Díaz y Zebina Guerra desechan profundizar en el sustrato secular de estas manifestaciones de la religiosidad popular y cómo las mujeres podrían insuflarlas nueva vitalidad. Si todo consiste en reivindicar menos centímetros de falda, profundidad de escotes y maquillajes, no valdría la pena dedicar varias décadas de la vida a estos menesteres, ni para unas ni para quienes apuesten por lo contrario. Se trataría únicamente de incidir en lo aparente y no en lo esencial.

 

 

 

 

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