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Michel Petrucciani

Caratula de "Michel Petrucciani" (2011) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes y adultos

El documental musical es un género con una gran vitalidad. Es una herramienta promocional barata y rentable como Justin Bieber: Never say never (Jon M. Chu, 2011), una nueva vuelta de tuerca a los clásicos, como la reciente George Harrison: living in the material world (Martin Scorsese, 2011), o No direction home, del mismo director (2005); o bien un género para contar historias sobre figuras menores, pero que tienen algo que aportar, como Anvil (Sacha Gervasi, 2008) o el falso –y malo- documental I’m still here (Casey Affleck, 2011).

Michel Petrucciani pertenece a este último grupo. Petrucciani (1962-1999) fue un gran pianista francés de jazz, lo que de primeras reduce el público objetivo de esta cinta. Pero tiene una historia digna de ser contada.  Y el director acierta con el enfoque. Radford es un versátil cineasta que se ha atrevido con clásicos de diversas épocas: 1984, precisamente en 1984, como homenaje a la obra de Orwell; El mercader de Venecia (2004), y obras tan notables como El cartero y Pablo Neruda (1994). Tan sólo hizo una incursión en el documental musical Van Morrison in Ireland (1980). En Michel Petrucciani  nos cuenta, aprovechando muchas entrevistas y conciertos del pianista, la increíble vida de esta figura jazzística, con una incurable enfermedad degenerativa al nacer, que le impidió crecer (medía102 cm) y que le ocasionó una extrema debilidad en los huesos y continuas fracturas.

Nada de esto le impidió convertirse en uno de los grandes del piano del Jazz, viviendo entre Paris y Nueva York y dando 220 conciertos al año. Petrucciani no era un ángel, pero cuenta una bonita historia de superación y lucha por la vida que a nadie deja indiferente. El director, guiado por una de las mujeres de Michel P. (hubo muchas en su vida) no deja de lado el tema del aborto, haciéndolo de modo valiente y convincente. La duración del documental es adecuada, porque precisamente cuando el ritmo languidece y parece que se repiten los comentarios una y otra vez, se nos descuelga con una sorprendente actuación de Petrucciani que a más de uno le tocará el corazón.

Michel Petrucciani fue un enamorado de la música, de la vida, de las mujeres… Nada le detuvo, se consideró feliz, no se autocompadeció ni culpó a nadie y se entregó al máximo en cada concierto, a veces hasta la rotura de huesos o hasta la extenuación. El director decide no hacer una hagiografía y se mete también en sus rincones oscuros, pero con clase y sin morbo; pero si algo queda claro al espectador es que un hombre así deja un legado francamente positivo.

 

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