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Midway

Caratula de "Midway" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

El director alemán Roland Emmerich fue uno de los reyes del blockbuster en los años 90 y 2000, con taquillazos como Independence Day, Godzilla, El día de mañana o 2012. Pero esta última década no le ha sido propicia, y tras el fracaso de la secuela de Independence Day, regresa ahora con una película bélica para la que ha tenido que buscar financiación de distintas fuentes internacionales.

Midway se sitúa en 1942, con las repercusiones del ataque japonés a Pearl Harbour, que empujó a Estados Unidos a implicarse en la II Guerra Mundial. Un masivo contraataque norteamericano pondrá a prueba la potencia naval y aérea de ambas naciones.

Las películas de Roland Emmerich siempre se han distinguido por una serie de constantes: una de ellas es los repartos corales en los que no hay un protagonista absoluto, sino colectivo. Esto lleva a que las historias suelan tratar sobre cómo un grupo de seres humanos se unen para enfrentarse a un gran desafío externo. Dicho desafío debe ser algo de proporciones épicas, para dar pie al festival de pirotecnia y efectos especiales que es la otra especialidad del director alemán, ya sea un ataque alienígena, un monstruo radiactivo gigante, una cadena de catástrofes naturales o, como en el caso que nos ocupa, un ejército extranjero.

Por lo general, las películas de Emmerich acaban resultando algo planas en cuanto a la historia y los personajes, aunque enormemente entretenidas y espectaculares. Da la sensación de que en Midway, el director ha querido cuidar algo más el retrato de los personajes, pero no llega a conseguirlo. Y para empeorar las cosas, queda en evidencia el ajustado presupuesto que ha tenido a su disposición, que en una película de estas características resulta algo decisivo, ya que la recreación de las batallas navales y aéreas dependen en buena medida de los efectos visuales, y en esta película resultan algo pobres.

Eso no quiere decir que no se puedan rescatar ciertas secuencias e ideas visuales. Emmerich sigue teniendo visión para crear ciertos planos espectaculares, aunque en esta ocasión no dispone de todos los medios necesarios para hacer que luzcan al máximo.

La película se queda a medio camino entre el espectáculo visual que no llega a ser y el drama histórico que no quiere ser.

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