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Mortal Engines

Caratula de ""

Crítica

Público Recomendado: Jóvenes

Concebida como una máquina de hacer dinero, Mortal Engines (Christian Rivers, 2018) es un aparatoso invento que bebe de muchos lugares comunes pero que no termina en ningún sitio concreto. Confeccionada a la medida de su padrino y mentor, Peter Jackson, el director de la saga de El señor de los anillos ha diseñado una superproducción (más de cien millones de presupuesto) confeccionada para poder vivir de sus rentas al menos, durante toda una década.

Cogiendo ideas de Mad Max, Frankenstein y sobre todo, Star Wars, la película de Rivers está basada en una tetralogía de cuatro novelas escritas por Philip Reeve, sobre un mundo distópico en el que los estados han desaparecido y los seres humanos sobreviven en gigantes ciudades móviles que se devoran las unas a las otras. Espectacular, no cabe duda, y puede que hasta llena de significados para con la sociedad, la tecnología y el ser humano.

Sin embargo, los intereses de Jackson, verdadero artífice del invento, iba por otro lado. Si no, no se explica que para dirigir tan prometedora propuesta el director de El Hobbit se haya conformado con poner tras la cámara a Christian Rivers, un diseñador de efectos especiales formado a su vera desde los tiempos de Briandead. Tu madre se ha comido a mi perro (1992). Otro tanto de lo mismo se puede decir de sus guionistas, el propio Jackson, su inseparable mujer, Fran Walsh, con quien ha coescrito los guiones de todas sus películas desde que se conocieran en Mal gusto (1987) y Philippa Boyens, otra asalariada de la academia Jackson que también ha estampado su nombre en los guiones de todas las películas del director desde El señor de los anillo. La comunidad del anillo (2001).

En conclusión. Mortal Engines ofrece lo más fácil y lo más peligroso del cine de Jackson. Su gusto por el exceso visual acompañado de dramas pueriles y tragedias de cartón piedra mejor envueltas que confeccionadas. Sus más de dos horas de duración se dejan sentir, minuto tras minuto, sin compasión alguna, lo que no quita, todo hay que decirlo, que el film tenga sus -delirantes- momentos. Es inevitable que con semejante planteamiento Mortael Engine no tenga uno o dos momentos memorables, que los tiene. Pero dos escenas no componen una película completa y al final el invento de Jackson arbitrado por Rivers se vuelve tedioso y hasta aburrido.

Puede que a los más pequeños les encandile ver a enormes ciudades sobre ruedas peleándose con otras ciudades aún más enormes pero dudo mucho que ningún chaval termine de verla por voluntad propia. Puede incluso que la cosa funcione durante sus primeros minutos, sobre todo por lo deslumbrante de su innegable aparato visual, absolutamente impresionante. Sin embargo, no nos llamemos a engaño. Impresionante y todo, Mortal Engines es una pérdida de tiempo tremenda. Inofensiva tal vez, pero pérdida de tiempo a fin y al cabo.

 

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