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Ninjababy

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

«Solo quiero deshacerme de ti sin sentirme culpable permanentemente». Rakel habla con su nonato de siete meses. Vaya. Quiere lo imposible.

La comedia noruega Ninjababy (Yngvild Sve Flikke, 2021) va sobre la responsabilidad. Presenta a la desenfadada joven protagonista de veintitrés años (Kristine Kujath Thorp, natural, al borde de lo inconsciente) en una historia de crecimiento personal, una alegoría del ukemi, «el arte de saber caer y levantarse» en la práctica japonesa del aikido. Rakel es desinhibida, le gusta salir de fiesta, beber, fumar, tomar drogas recreativas, tener sexo casual. Cuando descubre que está embarazada, su primera reacción, lejos de ser un impacto, es tomárselo casi con displicencia, como quien pide disculpas tras tropezar a alguien en la acera: irá a abortar. «Tengo un aborto, ¿puede llevarme al hospital por 47 kroner?», le pregunta a un taxista luego de perder el autobús. Todo apunta a que el padre es Mos (Nader Khademi), el instructor de aikido, con quien se acostó recientemente. Él, dulcísimo, la lleva al hospital. La actitud de Rakel es trágicamente de risa: «Usamos condón y tomo la pastilla, así que… no es nuestra culpa», le dice a la doctora que le hace la ecografía, quien le da un giro a sus planes. No se nota, pero está embarazada de seis meses y medio. Esta nueva noticia la lleva a tener que replantearse muchas cosas, entre ellas, quién es el verdadero padre.

Lo que sigue son los intentos de Rakel por descifrar qué hacer. Como buena dibujante de cómics, ilustra a su propio bebé ninja, ese pequeñuelo que llegó inadvertido. Bebé ninja conversa con su madre, y ella con él, en ilustraciones que Flikke anima para que el bebé enmascarado se mueva alrededor de la actriz. Así, la directora hace una inversión determinante: Bebé ninja tiene voz, es decir, es la parte adulta de Rakel la que se manifiesta a través de él, riñéndola por las decisiones que toma.

En el póster, a esta cinta, la llaman feminista. Ha de ser un señuelo. Los dos hombres en la vida de Rakel salen bien parados de toda la situación. Rakel, en su caos mental de contradicciones progres, se siente bien cuando un chico la quiere para él, y sufre cuando ve en peligro la vida de su bebé. Con un tono muy simpático, Ninjababy mantiene su humor gamberro hasta deslizarse hacia el drama, sin desgarramiento de vestiduras, en una suerte de desparpajo descreído, de mirada laxa e ingrávida sobre asuntos de peso, propios de la generación y la sociedad en cuestión. O al menos eso parece, puesto que la sanción de Flikke puede que sea, como la propia Rakel, menos libertina de lo que aparenta.

Escribe Adrien Candiard que la tentación es soñar con otro mundo donde no hay nada imposible, un mundo donde nuestros actos no serían graves. «Y la gran proeza del tentador», añade, es «hacernos creer que nada de eso es imposible, que, simplemente, está prohibido».

 

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