Crítica
Público recomendado: +18
Una vuelta de tuerca al mito de Santa Claus de la mano del noruego Tommy Wirkola, especializado en cine sangriento (suya es ‘Zombis nazis’). Aquí nos muestra cómo la figura navideña intenta salvar a una adinerada familia de unos terroristas que asaltan su casa buscando millones de dólares ocultos.
Sin duda el obeso personaje con traje de color rojo y un saco de regalos ha sido siempre (o casi) versionado como alguien afable y con nula capacidad por decantarse hacia terrenos más oscuros. Aquí se rompe radicalmente con eso y, a la vez, se pone el acento en las críticas al consumismo voraz, la falta de capacidad de sorpresa de los niños, la dependencia de las redes sociales y se lanza un mensaje a favor de los lazos familiares (sin caer en modas feministas radicales o la corrección política) y la perseverancia en el matrimonio.
Se ve que nunca pasa de pasa de moda la película navideña por épocas navideñas. Son incontables las sagas que se han ambientado en Navidad tanto para dar mensajes navideños (la saga ‘Solo en casa, citada expresamente e incluso imitada) como para usar dicha época para contar una historia distinta (la saga ‘La Jungla de Cristal’, homenajeada y parodiada). Hemos visto todo tipo de Santa Claus, desde los más clásicos y afables en ‘Vaya Santa Claus’ a otros más gamberros como ‘Crónicas de Navidad’ con un divertido Kurt Russell. Y como el cine se basa mucho en la mítica pregunta “¿qué pasaría si…?”, en ‘Noche de Paz’ nos vamos a las antípodas: ¿qué pasaría si Santa Claus fuera real y, sorprendentemente, alcohólico y, llegada la necesidad, ultra violento?
El noruego Tommy Wirkola (‘Zombis nazis’, ‘Zombis nazis 2’ o ‘Hansel y Gretel: cazadores de brujas’) se toma al pie de la letra esta radical vuelta de tuerca propuesta por los guionistas Pat Casey (Sonic 2) y Josh Miller (Sonic y Sonic 2, parece que han metido aquí todo lo que no quisieron o no pudieron meter en las películas del puercoespín) y ya en los primeros compases lo deja claro: este Santa Claus tiene de todo menos de santo. Porque es incapaz de estar sobrio el Día de Navidad (imaginamos que el resto de días no será muy distintos), tiene una seria crisis matrimonial con la Señora Claus (a la que nunca vemos) y un pasado muy oscuro, tanto que no le tiembla el pulso a la hora de defenderse e intentar salvar a una familia de unos terroristas que asaltan una mansión buscando millones de dólares.
Y todo esto es una gran excusa para montar una ácida y sincera crítica hacia varias tendencias, cada vez más acusadas, de la sociedad actual: la falta de sorpresa y alegría de los niños, la absoluta dependencia de las redes sociales y la desintegración familiar por la falta de diálogo y entendimiento, además de por supuesto el consabido egolatrismo y el egoísmo.
En todo caso sorprende el exceso de violencia (atención a la espectacular, oscura y brutal secuencia con música de fondo de Bryan Adams) y de lenguaje soez para tratarse de una película supuestamente navideña, lo que la aleja por completo del público más joven.
Pero, dicho sea de paso, siempre se ofrecen posibilidades de redención y se hacen acertadas reflexiones sobre la superación de dichas crisis así como de una apuesta firme y decidida por el matrimonio tradicional (unión hombre-mujer) y la reconciliación, incluso se permite hacer una apuesta por la creencia en algo superior, más allá de este mundo material, lo que nunca está de más.
Se trata, en resumen, de una enorme gamberrada en forma de filme que busca reírse de tantas películas anteriores, y lo logra gracias a un reparto muy metido en sus papeles: destaca un David Harbour, el genial sheriff de Stranger Things, totalmente pasado de rosca, y un conviencente John Legizamo como villano, al que incluso se le dota de cierta profundidad.
Miguel Soria