Crítica:
Público recomendado: Adultos
La candidez y creatividad de tres niños en el bellísimo paraje escocés es el enganche sugerente de la comedia inglesa Nuestro último verano en Escocia, que se apunta a lo políticamente correcto en cuanto al modo de abordar la muerte y en la ideología de género.
Dirigida y escrita por Guy Jenkin y Andy Hamilton narra las peripecias de la familia de Abi (Rosamund Pike: Orgullo y Perjuicio, Perdida, Die another Day…), Doug (David Tennant: Doctor Who, Harry Potter y el cáliz de fuego, Cómo entrenar a tu dragón…) y los tres hijos de la pareja. Ambos deciden aparcar su separación para viajar a Escocia y asistir al cumpleaños del padre de Doug, Gordy (Billy Connolly: Brave, El hobbit…), quien padece un cáncer.
El humor inglés está presente en esta cinta, lo que confiere al filme mucha frescura por la inteligencia con la que se abordan situaciones estrambóticas que tienen como protagonistas al matrimonio en crisis y al hermano de Doug y su cuñada, Gavin y Margaret, respectivamente, pero que adquiere un cariz sobresaliente con la actuación de los tres infantes, comandados por Lottie, la mayor, que aún no ha llegado a la adolescencia.
De Lottie parten las reprimendas morales a sus padres por mentir continuamente, que les ha llevado a acostumbrarse y que ha tenido consecuencias, acentuando la fragilidad de su matrimonio. Consecuentemente, de Lottie surgen también las reflexiones más sesudas impropias de su edad infantil, que, al expresar inocentemente, no son cargantes.
Ella y sus hermanos Andy y Jess representan la inocencia y sinceridad de la que se escabullen los mayores. El trío disfruta y conecta con su abuelo, Gordy, y éste con los niños porque hablan el mismo lenguaje sincero. Con él pasarán una aventura que dará un giro a las absurdas componendas de los mayores.
Así, la cinta es un alegato moral sobre algunos valores de siempre -contados con humor inteligente- y otros que propone la cultura occidental, como es la asunción normal de la homosexualidad, que en Nuestro último verano en Escocia se decanta por el lesbianismo de la amiga anciana de Gordy, que encaja, sin vaselina, en este “clima” de ingenio “british”.
Otro planteamiento que subyace es la consideración “light” de la muerte como un acicate para vivir con intensidad y desenfado la vida. Pero, ¿se puede vivir así cuando un ser querido fallece? ¿Pueden los familiares del avión accidentado recientemente obviar que ya no verán en esta tierra a quienes amaron en vida?
Como la realidad es testaruda y nos coloca siempre ante la necesidad de preguntarnos por el significado de todas las facetas de la vida, por tanto, también por las más duras, no bastan discursos buenistas. Y esto es lo que ocurre en el tramo final de Nuestro último verano en Escocia, del que solo se escabullen Andy y Jess, porque a Lottie la han hecho mayor en los últimos momentos del filme, un homenaje visual espléndido a las tierras escocesas por la fotografía de Martin Hawkins.