Crítica
Público recomendado: +18
Está muy trillado el terreno del miedo, del terror y la supervivencia, de ahí que sea extremadamente difícil hacer algo innovador que realmente asuste. Alexandre Aja lleva bastante tiempo en el negocio, véase sus cintas Las colinas tienen ojos (2006) y la muy interesante Infierno bajo el agua (2019) entre otras, y en Nunca te sueltes intenta darle una vuelta de tuerca que es interesante pero no acaba de convencer.
Una angustiada madre (Halle Berry) y sus dos hijos gemelos viven en una cabaña en el bosque bajo el influjo de un espíritu maligno. Necesitan estar conectados en todo momento, aferrándose los unos a los otros, llegando incluso a atarse con cuerdas. Pero, cuando uno de los niños se pregunta si el mal es real, los lazos que los unen se rompen, desencadenando una aterradora lucha por la supervivencia.
El director ha tirado por la calle de la sencillez, tal vez consciente del hastío al que se había llegado de ver la pantalla sobrecargada de CGI hasta la médula. Aquí reúne a apenas 10 personas y da presencia a tres (dos en un tramo de cierta longitud del filme) para que soporten el peso del filme: Hale Berry como madre y sus dos hijos.
Es verdad que consigue algunos momentos de tensión lograda y un par de sustos efectivos, pero el resto del metraje se basa en el miedo a lo desconocido. En este sentido da el do de pecho una buena Halle Berry aunque en algunos momentos se pase de frenada con su personaje.
Como Aja tiene en su haber películas sangrientas no se ha dejado en el tintero una escena que, aunque no se hace desagradable, sí puede ser durilla para estómagos sensibles. En todo caso, en general, todo se basa en el “que viene el lobo”, y éste tarda mucho en aparecer y ser de verdad una amenaza.
Lo que realmente llama la atención es la cantidad de elementos que se sacan de la religión cristiana, la católica concretamente: desde la apariencia de la serpiente como “Mal” hasta los frutos supuestamente prohibidos de una comida ya avanzado el metraje, pasando por una Santa Biblia guardada con cuidado en un cajón. Sin olvidar, claro está, a ese paralelismo de la Confesión y el sótano en el que limpian su alma los infantes.
El relato juega mucho al despiste y lleva a cuestionarse al espectador qué es real de lo que está viendo y qué está en la mente de los protagonistas. Quizás riza demasiado el rizo en el tramo final, donde echa todas las cartas y exagera tanto que el clímax, aunque coherente, no resulta del todo satisfactorio por lo que hemos visto hasta entonces.
Es por todo ello que el que nos ocupa es, en definitiva, un largometraje de suspense con toques de miedo, mucha simbología religiosa y algunos momentos logrados. No está en lo mejor de la filmografía del director pero se deja ver para un fin de semana eligiendo una apuesta sin pretensiones, eso sí, siempre siendo mayores de edad.
Miguel Soria