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Ofrenda a la tormenta

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Estreno en plataformas

Historias arcanas del principio de los tiempos, relatos de brujería y dioses que exigían sangre de los mortales, una mezcolanza de rituales para obtener el favor de los espíritus que se satisfacía muchas veces mediante la inmolación de inocentes, muchos de ellos niños y niñas de pocos meses. Esas sonoridades llegan en la última entrega cinematográfica del best seller Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo, que concluye con Ofrenda a la tormenta, del director navarro Fernando González Molina (Palmeras en la nieve, Fuga de cerebros, Tres sobre el suelo…) que ya filmara las anteriores: Legado en los Huesos y El guardián invisible.

Tras pasar tiempo desde que la inspectora Amaia Salazar (Marta Etura: Flores negras, Remake, Frío sol de invierno…) se enfrentara a su madre y a pesar de que la Guardia Civil y el juez Markina (Leonardo Sbaraglia: Sangre en la boca, El crítico, El desentierro…) dieran el caso por cerrado, no le basta a la comisaria jefe para archivar el caso. El momento le dará la razón, pues la muerte súbita de una bebé en un pueblo cercano, Elizondo, conduce a la pertinaz policía a investigar otras muertes similares de los últimos años que han tenido como protagonistas a diversos pueblos del valle navarro del Baztán.

Con guion Luiso Berdejo, sobre la novelas de Dolores Redondo, la tercera entrega de la saga va anudando algunas tramas que se fueron dando en los dos filmes anteriores. En esta reivindica puntualmente la figura del sacerdote del Opus Dei a quien da vida Imanol Arias; quien en la anterior aparecía como un cura prepotente, en esta su talante es mucho más sosegado y colaborativo con la investigación al tiempo que desmonta con realismo los argumentos de Amaia, pues ella sostiene lo absurdo de creer en brujas y sortilegios en el siglo XXI, pero “no se trata de creer o no sino que suceden y, por tanto, son reales”, subrayará el religioso.

Espléndida en su interpretación, Marta Etura ofrece un repertorio interpretativo convincente, bajo la égida del director navarro, así como el resto de plantel, como Dr. San Martín (Paco Tous: Lo nunca visto, La sombra de la ley, La puerta abierta…) Elvira Mínguez (Pasaje al amanecer, El desconocido, Hace tiempo paso un forastero…) en la piel de Flora Salazar; Leonardo Sbaraglia, como el juez Markina, entre otros.

Con excesivas alusiones a nombres de personas que requerirían una guía para el espectador, la fotografía de Xavi Giménez se acomoda a los distintos escenarios donde deviene la acción, resaltando los claroscuros producidos en las escenas de misterio y peligro para los protagonistas, a los que acompaña la, por momentos, inquietante música de Fernando Velázquez.

Con el fin de esta trilogía fílmica, que ya tuvo éxito en su versión literaria, concluye un relato cuyo protagonista principal es el misterio con que se recrean en el presente prácticas y sucesos mágicos antiguos, incluso criminales de otros tiempos sustentados en brujerías y presencias de dioses malignos que confieren poderes a quienes les alimentan con ofrendas de víctimas, muchas veces humanas. Antiguos espíritus vienen así a ser entronizados y ocupar en nuestros tiempos el sitio de Dios al que muchos de nuestros contemporáneos ponen en entredicho.

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