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Otra ronda

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Druk (Otra ronda) es la nueva película de Thomas Vinterberg, quien fuera cofundador del movimiento fílmico Dogma 95. Autor de Celebración y La caza, vuelve con una película abrumadora, llena de energía y de prosaica belleza, que narra la historia de cuatro profesores de instituto de mediana edad que, sintiendo que viven una vida anodina, deciden cambiar el flujo de sus días con un experimento: vivir cada día bebiendo alcohol de forma controlada, con el objetivo de mantener un promedio de 0,05% de alcohol en sangre a diario.

A partir de esta premisa, el mundo de los adolescentes comienza a conjugarse con el de los adultos (en un país como Dinamarca, especialmente habituado al consumo de alcohol). El deseo de vivir se antepone a cualquier otra premisa. De la mano de este deseo, nos sumergimos en un excitante viaje exquisitamente narrado.

Sacralizar el vicio puede parecer uno de los focos de interés de Otra ronda, pero la película viaja mucho más allá. El alcohol no salva del vacío; Vinterberg quiere abordar este vacío y sumergirse en él contemplando el horror y la belleza de las circunstancias, y el mismo horror y belleza que reside en nuestras decisiones a la hora de encarar el temible viaje de la vida.

Se pueden vivir las circunstancias haciendo zetas por la calle o apoltronado en un diván, pero la vida es más compleja que las mismas circunstancias y no se define únicamente por ellas. Vinterberg apostilla esta noción antes de que se convierta en la única lectura posible del film: el viaje de Otra ronda no consiste en un cuento moral sobre la dicotomía de darse a la botella o no hacerlo. Si existe una propuesta en su discurso, es más compleja que bailar a son de éter o dejar de hacerlo. Más compleja que saber amar mediante gestos pequeños y grandes. Más compleja que no saber mantener viva la llama esencial de una relación.

Salvándose de este discurso, Otra ronda adquiere una dimensión más trascendental al ahondar en la conexión con el otro y con lo otro. Finalmente, Vinterberg, acompañado de una prodigiosa interpretación de Mads Mikkelsen, no sacraliza el vicio: sacraliza la celebración de la vida. Siempre existirá la resaca, pero merece la pena no privarse de celebrar por nimiedades; del mismo modo, no merece la pena vender la vida a nimiedades como el alcohol… En definitiva; no merece la pena vender la vida a las circunstancias; merece la pena vivirla.

La dimensión trascendental del film de Vinterberg se completa con la definición de una pregunta. Otra ronda parece hablar de la respuesta incondicional que se busca perpetuamente, y de todo lo que no acaba dando respuesta. Pero, una vez más, lo importante no son esas circunstancias con las que llegaron esos intentos de respuesta… lo importante es la existencia y constatación de esa búsqueda. Recuperando la cita de Kierkegaard con la que abre el film: “¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido del sueño”.

Otra ronda resulta una película tremendamente climática. Aunque contenga ciertas concesiones dramáticas que pueden resultar algo menos estimulantes por carcomidas, no deja de ser una muy provocadora experiencia que lanza, con las justas ambigüedades que la vida misma contiene, a preguntarse si hay algo que estemos sacralizando demasiado, o si hay algo que no estemos sacralizando lo suficiente justo ahora, hoy mismo, aquí.

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