Crítica
Público recomendado: +14
Tres hermanas de seis, doce y dieciséis años, que viven solas, se ven amenazadas por la llamada de un asistente de los servicios sociales que quiere comprobar en una visita domiciliaria si las menores están correctamente atendidas por sus progenitores. La realidad es que el padre desapareció, la madre murió y ellas viven solas desde hace tiempo.
Dirigida por la joven cineasta sueca Mika Gustafson, la película es su primer largometraje de ficción después de dirigir el documental Silvana – despiértame cuando te despiertes (2017), sobre la rapera Silvana Imam, la relación íntima de la cantante con su novia y sus radicales reivindicaciones feministas.
En Paradise is Burning explora ese momento de cambios de la pubertad dirigiendo las escenas con una cámara perro, en expresión de la propia directora, para referirse a esa mirada de la lente que husmea el espacio mientras transcurre la historia. El montaje está lleno de interesantes propuestas que reflejan el vacío en que viven las hermanas, en una existencia aparentemente festiva, sin metas, normas, ni límites. La música ayuda a crear momentos de arrebato que también se ven potenciados por el montaje.
La historia retrata esa adolescencia huérfana, llena de risas y lágrimas, sin rumbo ni metas que den un sentido y esperanza a la vida, ni vínculos familiares que orienten a las adolescentes hacia un lugar distinto al caos laberíntico existencial de la propia supervivencia y apetencia apática.
Desarrolla una trama secundaria bastante sorprendente y confusa entre una adolescente y una mujer madura que parece añorar su primera juventud y empieza a vivir obsesionada con habitar por un momento casas extrañas, donde evadirse de su insatisfactoria vida entre porros, música, lecturas y bailes.
Interesante película por su audaz apuesta visual y solventes interpretaciones, llena de preguntas sin respuestas a las sugerentes propuestas temáticas que plantea sobre la adolescencia, la soledad y el vacío vital de tres hermanas en plena transformación, perdidas en una existencia hueca, que grita en cada plano por una madre y un padre inexistentes y desaparecidos, que proporcionen algo de esperanza y sentido a una vida tan errante como la de los numerosos perros que transitan por la historia.
Javier Figuero