Crítica
Público recomendado: +18
Una metáfora distópica sobre las desigualdades humanas y como solventarlas sin escrúpulos y con un toque “tarantiniano” es lo que nos propone el realizador surcoreano Bong Joon-ho (Perro ladrador, poco mordedor, Crónica de un asesino en serie, Tokyo…) con Parásitos, filme que obtuvo la Palma de Oro al Mejor Largometraje en el último festival de cine de Cannes de 2019.
Sin ningún trabajador entre sus miembros, la familia Kim intenta mantenerse a flote. Pero la situación cambia para ellos cuando conocen a los Park, una familia acomodada de quienes sacarán provecho los Kim al comenzar a trabajar para ellos tras conseguir que uno de sus hijos sea recomendado para dar clases de inglés a una adolescente de los Park. A partir de aquí, el matrimonio Kim, se las ingeniará para ir colocando a sus hijos para distintas labores en la vivienda de los Park, para lo cual “moverán” de sus puestos los “obstáculos” necesarios: el personal de servicio de los Park. Sin embargo, nada es tan sencillo, y lo que parecía una conquista sin retorno de los Kim se malogra cuando un inesperado incidente amenaza con acabar con el nuevo y cómodo estilo de vida de estos.
Con guion de Kim Dae-hwan, Jin Won Han y del propio director Bong Joon-ho y protagonizada por Kang-ho Song (El imperio de las sombras) y Sun-kyun Lee (Noche y día), Parásitos ha sido la primera película coreana en ganar la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y se ha convertido en una película de culto aunando alabanzas de crítica y público. Será además la representante de Corea del Sur para los premios Oscar 2020.
El filme, que tiene carácter de denuncia, evidencia la desigualdad económica en el país asiático entre la población, y plantea que solo con picaresca puede llevar a las clases bajas a disfrutar de oportunidades, aunque sea con prácticas torticeras que recaigan también en perjuicio de personas de ese extracto social.
Formalmente, Parásitos es una cinta sobresaliente, con una fotografía muy cuidada de Kyung-Pyo Hong, unas escenas y encuadres siempre pertinentes, que deslumbran en el banquete final, en la tormenta e inundación en la barriada de los Kim o en las persecuciones entre los personajes en el pasadizo-sotano de la mansión de los Park.
Como su colega Tarantino, el tratamiento de la violencia por parte de Bong Joon-ho es prolijo, histriónico y de humor negro, que llega a aligerar la contundencia de bastantes de sus escenas.
El planteamiento antropológico del filme es pesimista sobre la condición humana y constata la frase de Plauto, que subrayaría siglos más tarde Hobbes, que “el hombre es un lobo para el hombre”, aunque hay un resquicio humano en la conclusión de la película.
En definitiva, Parásitos es una propuesta cinematográfica muy recomendable en lo formal para los cinéfilos, mientras que en el fondo es deletérea y derrotista sobre la condición humana.