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Pequeñas mentiras sin importancia

Caratula de "Pequeñas mentiras sin importancia" (2010) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Tras los éxitos conseguidos con sus últimas producciones, Guillaume Canet vuelve de nuevo a la carga con una comedia titulada Pequeñas mentiras para estar juntos, aunque quizá fuese más acertado su título original en francés (Nous finirons ensemble). De cualquier modo, el actor y director francés dirige esta película, secuela de la estrenada en 2010 con el título, Pequeñas mentiras sin importancia, con un elenco de actores que hacen de ella una delicia.

La película comienza con la llegada de Max a su casa de verano, deprimido y arruinado, con la intención de venderla lo antes posible. Sin embargo, sus planes se van al traste cuando sus amigos, a quienes lleva tres años sin ver, aparecen por sorpresa para celebrar su sexagésimo cumpleaños. A pesar de que Max quiere estar solo a toda costa, tendrá que pasar unos días en su compañía, poniendo a prueba su amistad.

Se trata de un grupo de amigos variopinto en el que, a priori, todos son muy diferentes, pero que en el fondo albergan una similitud enorme. Todos tienen un vacío dentro, que tratan de llenar como pueden, la mayor parte de las veces con escaso éxito. A pesar de que no se profundiza demasiado en los personajes, estos dejan traslucir un fondo rico y complejo que se va desarrollando según avanza la película, todo ello enlazado con situaciones hilarantes, y a cada cual más surrealista. Destaca la interpretación de François Cluzet, en el papel protagonista de Max, que está a punto de estallar durante toda la película, y de Marion Cotillard, caracterizada como una madre soltera bastante insoportable.

Por otra parte, y haciendo referencia al título de la película, todos ellos han ocultado pequeñas cosas para mantener la amistad, pero esto no les ayuda en absoluto a que sus relaciones sean más verdaderas, sino que, igual que en la vida real, tienen que estar pendientes de hasta dónde pueden hablar y actuar para que las mentirijillas no salgan a la luz. Ello lleva a reflexionar sobre cuán importante es la verdad y cómo no se puede vivir en paz si no se vive en la verdad.

Salpicada con escenas delirantes, y aunque flojea un poco en la segunda hora, el guion remonta y la película hace reflexionar sobre el valor de la verdadera amistad y sobre la importancia de centrarse en las cosas que de verdad importan, afrontando las heridas interiores, y buscando sanarlas para poder seguir caminando hacia delante, todo ello aderezado con una banda sonora elegida con mucho mimo y con una buena fotografía, que hace que el espectador se sumerja en la historia y pueda participar de este grupo de amigos.

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