Crítica
Público recomendado: +18
Una propuesta original relativa al término de la Segunda Guerra Mundial es la que nos propone el guionista y director polaco Adrian Panek con Perros de presa (Wilkolak), que la distribuidora Cinemaran trae a nuestras pantallas este viernes.
Es el final de la contienda en el Este de Europa, los alemanes, antes de la evacuación, empiezan a matar a los últimos presos de los campos de concentración. En ellos hay niños y niñas de 5 ó 6 años y adolescentes que han vivido sus últimos años en estos lugares de exterminio. Varios de ellos se escapan del lugar para no ser asesinados y huyen a los bosques cercanos en busca de alguna casa que les sirva de refugio, pero en esos sitios rondan los perros de las SS, que los nazis han abandonado y que hambrientos buscan comida.
En el guion, también de Panek, es la joven mayor (Sonia Mietielica) del grupo de muchachos quien toma las decisiones al llegar a un palacete medio destruido que les servirá de refugio. Ella se afanará por recuperar la humanidad de los niños y adolescentes que perdieron entre los alemanes, y, mediante pequeños detalles (les obliga a utilizar cubiertos para comer o esperar a que todos se sienten alrededor de la mesa antes de comer lo poco y en mal estado que encuentran en el lugar) empiezan a conectar con la inocencia perdida. Fuera del recinto, los pastores alemanes pujan por entrar y los chicos utilizarán diversas estrategias para impedírselo. Uno de los adolescentes judíos pondrá en práctica lo que hacían los alemanes para controlar a los canes.
La dirección de jóvenes actores está muy lograda por parte Adrian Panek al recrear gestos y acciones de los chicos que manifiestan los padecimientos y carencias sufridas entre los nazis. Por su parte, la fotografía de Dominik Danilczyk saca partido a la casa y el entorno donde los chicos se las tienen que ver con los animales, imaginamos también que en algún momento del rodaje.
Perros de presa, que mezcla terror y suspense, es una propuesta muy interesante en sus cerca de 90 minutos de metraje por lo novedoso de su planteamiento, al reivindicar en los personajes a los niños y jóvenes judíos que fueron maltratados (perdiendo su candor infantil y juvenil frente a la barbarie) y asesinados en los campos nazis, aspecto que apenas se ha abordado en los filmes sobre la Segunda Guerra Mundial. Esta cinta fue galardonada en el Tallinn Black Nights Film Festival con el Premio del Jurado Ecuménico y el Premio del Público.