Crítica
Público recomendado: +14
Película estrenada en plataformas
En enero de 2016, la compositora, productora, cantante y multi instrumentista británica, PJ Harvey -con más de diez discos de estudio en su haber, de muy diversos estilos- acometió un nuevo proyecto artístico en su ya vanguardista carrera musical. En un estudio de grabación construido al efecto grabó un álbum: The Hope Six Demolition Project, lo que era verdaderamente una especie de decantación o de traslación de diversos mundos exteriores al interior de ese recién fabricado recinto acústico. En esta grabación volcó la experiencia de una serie de viajes que la artista realizó, junto con el fotógrafo Seamus Murphy, a Afganistán, Kosovo y Washington DC entre 2011 y 2014. Tres mundos culturales: el de los barrios marginales de la ciudad americana, de población mayoritariamente negra, donde la poesía y la música urbana se unen para ser el refugio contra la inseguridad y la desesperanza; Kosovo, aún con heridas de su pasadas guerras, enclave europeo, segregado de Serbia, y no reconocido aún ni por la mitad de los estados de la comunidad internacional, país de gran pobreza para el estándar europeo, y con tradiciones en las que la separación radical entre hombres y mujeres perviven con fuerza; características que comparte con Afganistán, de suelo árido, y donde durante años la vida “normal” ha estado vigilada por las tropas estadounidenses, presentes allí desde el atentado de las Torres Gemelas.
Así que al estudio de grabación entraron, en la mochila de viajera de PJ Harvey todas estas culturas, sus gentes, sus dolores y sus tradiciones, en forma de melodías, de ritmos o de lamentos. La construcción del estudio lo hacía transparente para los visitantes que pudieron contemplar y ver, sin ser vistos por la artista, el desarrollo de las sesiones de grabación, los diálogos entre los músicos, y el crecimiento y la producción de cada canción.
El físico de Harvey, frágil y menudo, esconde en realidad a una artista muy versátil, muy capaz, y cuya delgada voz es en realidad enormemente sutil para adherirse a otros universos, para hablar muchos lenguajes; y en todo ello, con un gran trabajo para que la percusión y una especial preponderancia de los instrumentos de viento. Las canciones son de enorme contenido social, hay denuncia, hay compasión, hay empatía, pero se mantiene siempre en vigor la personalidad del artista que no se convierte en mercenario ni en marioneta de otros.
La singularidad del proyecto lo convertía en muy buena materia prima para un excelente documental, como lo era aquel álbum en que Morente grabó con una banda de rock el pionero disco Omega. Se trata de búsquedas artísticas de quien no concibe quedarse inmóvil en un estilo musical, de quienes el fuego artístico interior los devora. Y por eso, ya solo por eso, merecen la pena.