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Plumas

Crítica

Público recomendado: +16

Puede que haya algo más que la interpretación feminista de muchos críticos sobre Plumas (2021, ganadora en Cannes del premio de la crítica a las películas árabes): si hay suerte, puede que el director Omar El Zohairy haya querido ir a otros asuntos más lejanos al resentimiento o —y aún me vale—, tal vez se le hayan colado a pesar de la posesión ideológica.

Son dos los elementos que, en líneas generales, llaman la atención sobre esta suerte de comedia negra o sátira egipcia. Uno, la manera en la que está fotografiada: abundan los planos fijos y lo que estos encuadran a veces está a alturas y distancias poco convencionales; así, parece no querer mostrar una sola cosa en su entorno, sino varias y a pedazos; una composición de partes de objetos y cuerpos. Está, además, fotografiada con casi ninguna profundidad de campo. El lente aplasta los objetos y rostros en primer plano contra el fondo asemejando la bidimensionalidad de algunas pinturas o representaciones pictóricas del Antiguo Egipto. Aquí, el tiempo no es memoria, como escribió Giles Deleuze de la profundidad de campo en Ciudadano Kane. En Plumas este recurso no procura la evocación, sino al contrario: el hacer memoria de Welles se convierte en el deseo de olvido, o más concretamente, en el deseo de liviandad que da el olvido.

El segundo elemento es su premisa divertidísima. Una familia egipcia pobre, casi miserable, va a celebrar el cumpleaños de uno de sus hijos. Un mago está invitado a casa y, en medio del júbilo y el baile y la bebida invitan al padre a formar parte de un truco. El hombre entra en una caja, el mago hace su hechizo y al abrirla aparece un pollo. Aplausos y risas. El pollo vuelve a la caja, el mago hace su hechizo y al abrirla… sigue estando el pollo. ¿Adónde se ha ido el hombre? ¿Ha sido, acaso, transformado de verdad en un pollo?

Eso es lo que cree su mujer (Demyana Nassar, cuya presencia es sólida y contenida sin pretender serlo) y, por lo tanto, decide llevar al marido-pollo a que lo miren unos brujos. Con ayuda económica y apoyo de gente cercana consigue seguir manteniendo, aunque sea aún más precariamente, a sus tres hijos y al pollo, al que hay que llevar además al veterinario. Sin éxito, intenta conseguir trabajo en la fábrica donde empleaban a su marido, y se ve cada vez más acorralada por deudas y angustias. La resolución tarda en llegar, y es de las pocas veces que se la ve sonreír durante la cinta. Lo demás es, al parecer, tan burdo como una consigna del 8M. Y aun así El Zohairy tiene razón al criticar aquella sociedad, puesto que en Egipto más del 90 por ciento de las mujeres sufren la ablación hoy.

Y aunque las plumas sean símbolo de armonía y justicia, donde representan algo así como la medida de la pureza de las almas, como en el Juicio de Osiris, son asimismo símbolo de ascensión y liviandad. En Plumas, son solo las plumas del pollo.

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