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Project Wolf Hunting

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

El pasado 17 de febrero, las salas de cine españolas acogieron el estreno del insustancial thriller de ciencia ficción Project wolf hunting, escrito y dirigido por el cineasta surcoreano de 53 años, Kim Hong-sun (Horror stories, 2012). El realizador, con más experiencia en las series de televisión, ya tenía oficio en el género y en el tono de sus trabajos puesto que, entre otros filmes al uso, fue el máximo responsable de la versión coreana de La casa de papel (2022). De su distribución se ha encargado A Contracorriente Films.

Por su lado, Project wolf hunting participó en el Fancine de Málaga y en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, pero fue en Festival de Sitges donde se hizo con el Premio Especial del Jurado y una mención especial a los Mejores efectos especiales, visuales o de maquillaje, galardón que también recibió en el Terror Molins. Además se alzó con el premio al mejor largometraje en el Festival Isla Calavera.

La aventura se centra en las peripecias de un grupo de peligrosos delincuentes coreanos, 47 para ser exactos, en su traslado en un buque de carga de Manila a Busan. Para tal empresa resultaba conveniente que 22 detectives experimentados y el capitán de la policía coreana custodiaran el viaje marítimo de los reos. Calma total hasta que los delincuentes inician un motín.

A pesar de que productos comerciales de usar y tirar como Project wolf hunting solo pueden tener un público potencial en circuitos cinematográficos muy concretos, llama la atención que la película haya sido considerada en tantos festivales -son los lugares donde este tipo de cine encaja-, sobre todo por la pobreza argumental que destila el guion, que aunque arranca con muy buenas intenciones, e incluso despierta cierto interés, enseguida se convierte en una historia plana, sin alma y monótona, construida mediante una muy desagradable ensalada de tiros de estilo gore, que no va a ninguna parte y es lo que domina al metraje prácticamente en su totalidad. No digamos ya si tenemos en cuenta que los diálogos suponen menos de un tercio del filme.

A Kim Hong-sun esta densa y muy desagradable parte del conflicto (habría que poner en cuarentena la utilidad del hiperrealismo visual en determinadas películas) se le hace bola y entonces opta por introducir nuevos personajes, ajenos a la historia principal, que no están sujetos a una subtrama sólida que dé coherencia al relato. Fue algo que Alfred Hitchcock hizo con maestría en Psicosis (1960) a través del personaje de Marion Crane, pero que en Project wolf hunting es una chapuza.

Por otro lado, a la falta de ingenio y de sentido de toda la historia se añade un popurrí de personajes estereotipados, donde el elenco da muestras de otra falla a consecuencia de unas interpretaciones forzadas, muy underground, que apenas están trabajadas.

Project wolf hunting no funciona ni como idea de drama carcelario, ni como thriller de ciencia ficción. Eso sí, a Kim Hong-sun hay que agradecerle su propuesta en torno al superhombre, el mal, la violencia -incluidos todos los vicios posibles- y los vericuetos por donde se cuelan las malas compañías. Y también la oportunidad de volver a disfrutar, y  cuanto antes, de El final de la cuenta atrás (Don Taylor, 1980), esa joyita del séptimo arte, también rodada en alta mar y también thriller de ciencia ficción, para sanear la mente.

José Luis Panero

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