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Que Dios Nos Perdone

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Rodrigo Sorogoyen, uno de los responsables de series televisivas como Rabia (2015), Frágiles (2012), Vida Loca  (2011) o La pecera de Eva (2010), regresa al ámbito cinematográfico después de Stockholm (2013) con Que Dios nos perdone, un entretenido thriller policiaco, completamente adscrito al género.

Este nuevo trabajo fue presentado en el Festival de San Sebastián, donde se alzó merecidamente con el Premio del Jurado al mejor guion. En dicho festival compartió protagonismo otro thriller que también fue justamente galardonado, El hombre de las 1000 caras, de Alberto Rodríguez y aparece en un momento en el que el thriller español parece estar teniendo una época dorada (recordemos No habrá paz para los malvados o La isla mínima, presentadas en anteriores ediciones del Zinemaldía). Todos estos filmes contribuyen por otra parte a lo que parece un resurgir de la creatividad en el cine español (la recaudación general en las taquillas ha subido un 8% respecto a 2015 y la cuota de pantalla pasa del 13% al 14 % con esperanza de acabar 2016 en un 20%).

La historia que narra el filme tiene lugar en Madrid durante el verano de 2011. La celebración de la Jornada Mundial de la Juventud y la llegada del Papa Ratzinger a la capital española coincide con el movimiento 15-M localizado en la Puerta del Sol. En una ciudad llena de peregrinos y en la que se vive  un clima de tensión política dos inspectores de policía muy diferentes, Velarde –Antonio de la Torre- y Alfaro –Roberto Álamo-, siguen los pasos de un violador y asesino en serie.

Uno de los fuertes de la cinta es la construcción de estos dos personajes, llenos de claroscuros. En los dos conviven los nobles ideales con la debilidad y la incapacidad de controlar sus pasiones. Su ambiente de trabajo es muy duro, no apto para personas incapaces de convivir con el mal que nos rodea y que se manifiesta a través de la violencia. Sin embargo, a pesar de sus propias contradicciones internas, el deseo de acabar con el asesino hace que aflore en ellos una cierta nobleza y les permite superar los conflictos propios de su profesión. Según el propio Sorogoyen “Nuestra intención en todo momento fue hacer un thriller de personajes. Es decir, queríamos que los dos policías protagonistas tuvieran un desarrollo más allá de la investigación que están llevando a cabo. Yo creo que la película lo que cuenta es un viaje hacia la comprensión, hacia el amor y hacia el perdón. Eso es lo que une a todos los protagonistas de esta historia”.

Si bien, la línea que separa el bien del mal se desdibuja, la película no se instala en una posición relativista, sino que nos muestra la ambigüedad y complejidad del hombre y de la realidad. La cinta, brutal en ocasiones, mantiene el suspense de forma sostenida y las interpretaciones de todos los actores son magistrales. Quizá desmerezca un poco la presentación de un asesino que actúa de acuerdo a unas teorías psicológicas que se definen de forma algo básica, y la excesiva dureza de algunas escenas.

 

 

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