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¿Qué hacemos con Maisie?

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Un divorcio visto a los ojos y corazón bajitos de una niña, de una expresividad y tristeza maravillosas. La historia del dolor infringido al hijo en nombre del amor, donde sus padres se retratan como monstruos egoístas. Rodada de forma natural y sin afectación, sin melodramas.

El director cuenta con un gran reparto, que hace esta adaptación de la obra de Henry James algo contemporáneo, a medio camino entre Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979) y Donde viven los monstruos (Spike Jonce, 2009), y que arranca así: “Habían solicitado su custodia, no por ningún bien que pudieran hacerle, sino por todo el mal que podrían, con la inconsciente ayuda de ella, hacerse el uno al otro”. Esto es lo que James narra en las primeras páginas de Lo que Maisie sabía, novela de 1897 que sigue vigente en esta adaptación al universo contemporáneo de Scott McGehee y David Siegel.

En Nueva York, la pequeña Maisie (Onata Aprile), con tan solo 6 años, se ve inmersa en el amargo divorcio de sus padres, una estrella del rock (Julianne Moore) y un marchante de arte (Steve Coogan). Un retrato de la vulnerable niña en busca de afecto debido a los devaneos sentimentales de su madre, veterana figura del rock, que ahora comparte su vida con Lincoln (Alexander Skarsgård), mientras su padre se ha casado con su niñera. Una niña que acabará encariñada de quien sienta más cerca. La niña y su custodia compartida se usan como arma arrojadiza para sus verdaderos padres, que se han vuelto a casar por ese motivo. Un tema actual y proclive al drama, que los directores manejan con equilibrio.

Los directores son muy fieles a una de las grandezas de la novela de James: el brillante mantenimiento del punto de vista en los ojos y los oídos de la niña (Onata Aprile), a la que la cámara sigue con respeto, delicadeza, tacto, sin dramas ni estridencias.

El relato es de una gran pulcritud formal, y describe los sentimientos de una niña en su inocencia y conmovedora sencillez que desarma porque muestra la verdad desnuda, y deja en evidencia a los padres, incapaces de sentir ni un ápice de su dolor, abandono y su necesidad de afecto, que por otra parte, a todo ser humano le son debidos por sus padres.  Película Nominada al Premio del Público  como Mejor película, en el Festival de Toronto (2012).

 

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