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Queridos camaradas

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

El ya octagenario director Andrei Konchalovsky tiene tras de sí una extensa y variada carrera, en la que encontramos desde guiones junto a Tarkovsky hasta la dirección de una muestra del cine comercial más básico de Hollywood como es Tango y Cash. En los últimos años, sin embargo, se ha volcado en un cine más autoral, y ahora nos llega su última película, que fue seleccionada por Rusia para representarla en los Oscar de este año.

Queridos camaradas cuenta los sucesos reales sucedidos en la Unión Soviética en 1962, cuando una huelga de trabajadores acabó en una masacre por la intervención de la KGB, y todo el proceso de encubrimiento posterior. El fondo histórico se cuenta a través de la historia de una mujer totalmente convencida del comunismo y admiradora de Stalin, cuya hija desaparece durante las revueltas.

Llama la atención lo poco que el cine se ha fijado en la dictadura soviética como fuente de historias de denuncia, al contrario de lo que ocurre con la Alemania nazi, por ejemplo. Los sucesos reales que narra Queridos camaradas son estremecedores, pero Konchalovsky no se queda en la simple exposición histórica, ni siquiera en los aspectos políticos, a pesar de que se resalta la paradoja de que en el llamado paraíso proletario los trabajadores eran asesinados por protestar por sus condiciones de vida. Además de eso, el director dota a su película de la perspectiva humana que consigue que el espectador se sumerja en la misma y se pueda identificar. Y la película ataca la misma esencia del totalitarismo soviético, que pretendía privar al hombre de algunos de sus rasgos más esencialmente humanos, como la singularidad, el libre albedrío o la espiritualidad. Es de hecho muy significativo el momento en que la protagonista, angustiada por la desaparición de su hija, no puede más y se encierra en un baño a pedir a Dios por ella. Es un momento de pura humanidad, que sale de lo más profundo de su ser, y que sin embargo debe reprimir y ocultar frente a un estado opresor que pretende controlar las conciencias. A pesar de lo dramático de la historia y de la asfixiante atmósfera que retrata, se agradece que la película abre una hermosa puerta a la esperanza.

Queridos camaradas está rodada con una hermosa fotografía en blanco y negro, y en el clásico formato de 4:3, quizás para sumergirnos mejor en la época que retrata, pero acaba consiguiendo que el drama quede aún más desnudo frente a nuestros ojos. Los encuadres de Konchalovsky son estáticos y mantenidos (lo cual da una sensación de estabilidad), pero al mismo tiempo siempre hay algún personaje o elemento que parece no entrar del todo, que queda a medio encuadrar, lo cual confiere una sensación de incomodidad al espectador. Todos los elementos cinematográficos (puesta en escena, ambientación, interpretación…) están puestos al servicio de la historia y sus connotaciones, consiguiendo entregar una estupenda película que da a conocer con sensibilidad un episodio negro de la historia de la Unión Soviética.

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