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Quisiera que alguien me esperara en algún lugar

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Cuatro hermanos en plena crisis existencial se reúnen con ocasión del cumpleaños de la madre. Vamos conociéndolos uno a uno sin que en la trama suceda nada extraordinario prácticamente hasta el final. Es la vida misma que va pasando lentamente, sin altibajos… hasta que algo sucede.

Jean-Pierre, el mayor, 48 años, asumió el papel de cabeza de familia a la muerte del padre. Es un profesional exitoso. Casado con Nathalie y padre de Charlotte, una niña que lo adora. Sus tres hermanos y la madre dependen en cierto modo de él, lo cual lo deja en una postura de una cierta soledad, puesto que él, que es el refugio de todos, no tiene en quien apoyarse. La unión del matrimonio parece bastante superficial, no solo porque no se adivine entre ellos ningún gesto de ternura, sino porque explícitamente él le dice, refiriéndose a su hermana pequeña, que es un asunto de familia y que ella –su mujer– no tiene nada que ver. Lógicamente ella le pregunta indignada a quién considera él “su familia”. Pero, en realidad, el planteamiento de ella es igualmente excluyente, aunque en el sentido inverso. “Mi familia sois tú y Charlotte”, le espeta a su marido en tono de reproche.

Juliette, a sus 40 años sueña con llegar a ser escritora. Parece que no lo hace mal, pero el éxito se hace esperar. Bebe y fuma algo más de la cuenta, lo cual refleja su insatisfacción. No hay dramas en su matrimonio. Sencillamente no son felices. La noticia de un embarazo parece devolverles la sonrisa.

Mathieu, un treintañero tímido e inseguro, es como un adolescente que no ha crecido, un extraño en su cuerpo y desubicado en la vida. Está obsesionado con Sarah, una compañera de trabajo, pero es el paradigma del torpe para establecer relaciones maduras.

Margaux es la “artista fotógrafa”, incapaz de encontrar su lugar en el mundo y vivir por sus propios medios, sin abandonar nunca sus aires de artista rebelde e inadaptada a una sociedad que no sabe valorarla, siempre acaba sobreviviendo a expensas de su hermano mayor.

La madre, respetada y querida por los cuatro hijos, representa el punto de confluencia de todos ellos.

En segundo plano, Héléna, que aparece muy poco en la película pero lo que ella representa está omnipresente en la trama y en el desenlace. Ella es quien se formula la pregunta que podría aplicarse a cada uno de los personajes: ¿He acertado con mi vida o me he equivocado con las elecciones que he hecho y el camino que he seguido?

Hasta ahí la película resulta interesante y sugerente. Sin embargo, más allá del interrogante, parece no haber nada más que almas aburguesadas. Cada uno de los hermanos, a su modo, se ha adaptado al personaje que representa en una vida sin sobresaltos. Incluso Jean-Pierre, que ha asumido el rol del padre en su familia de origen, pero la familia que él ha creado no está bien cimentada.

La película parece querer tratar la gran pregunta sobre el sentido de la vida, pero esta se queda en el aire sin elementos y sin respuesta. La segunda parte del film, en la que, paradójicamente, suceden más cosas, carece de interés. Es una pena, porque al principio prometía.

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