Crítica
Público recomendado: +16
Hasta ahora, Paz Vega formaba parte del imaginario patrio por ser uno de los rostros más conocidos entre nuestras actrices y actores. Julio Medem la lanzó al estrellato con Lucía y el sexo, nos lo pasamos de lo lindo con El otro lado de la cama, Vicente Aranda supo que sería la Carmen perfecta, Almodóvar contó con ella para el reparto de Hable con ella y Los amantes pasajeros y se atrevió con proyectos muy diferentes como Solo mía, Spanglish (su salto a Hollywood) o Aire (2024).
Ahora, la talentosa intérprete da el gran paso a la dirección de la mano de su marido y representante, Orson Salazar, productor de su ópera prima. Vega se estrena en la dirección y en el guion con un emotivo largometraje que propone una mirada diferente sobre la violencia machista: la de una niña de siete años. Y lo hace de la mejor manera posible: colocando la cámara a la altura de la pequeña, mostrándonos el mundo desde su punto de vista.
Situada en el verano de 1984, en una calurosa Sevilla, la cinta narra los recuerdos de Rita, de siete años, que junto a su hermano Lolo, de cinco, pasan las horas acompañando a su madre o jugando en el barrio. Cualquier cosa les vale para entretenerse, aunque lo que más les gusta es ir a la piscina. Comienzan las vacaciones de verano y el país entero está revolucionado con la Eurocopa de fútbol, donde España ha pasado a los cuartos de final. El calor aprieta y Rita sueña con ir a la playa, pero la relación con su marido cada vez está más tensa…
A pesar de la dureza del tema principal, la violencia machista, Rita es un precioso homenaje a la infancia, a la delicadeza de los recuerdos, a la ternura en los gestos de una madre, a la expresión de la mirada de una niña, al cariño entre los hermanos, a la ilusión y la magia de los juegos, a la fascinación de descubrir un nuevo amigo, a la pérdida de la noción del tiempo. Asimismo, indudablemente, se logra retratar una crónica social de la realidad española en los años ochenta, justo antes de que esa deseada transición a la democracia tomara forma, así como la madurez prematura en una niña que deja de prestar atención a su diversión para proteger a su madre.
Los aciertos de Paz Vega residen en los detalles: la dirección de actores con estos encantadores niños es definitivamente, un don que no todos tienen. Se perciben toneladas de delicadeza y ternura en su dedicación a los jóvenes actores desde detrás de la cámara, y se nota en las miradas cómplices, cargadas de información y expresividad, los encuadres para retratarlos y el punto de vista de cámara, que, en gran parte de la película, es el de ellos. La pequeña Sofía Allepuz brilla con luz propia en la película, y Paz Vega también lo hace desde un discreto segundo plano, un elegante gesto de humildad para dejar que sean otros los protagonistas.
Rosa Die Alcolea