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Sácame de dudas

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes y adultos

Erwan, un viudo de 45 años que lleva una tranquila vida en la Bretaña francesa, descubre por accidente que su padre no es su padre.

A pesar de toda la ternura que siente por él, investiga y encuentra a su padre biológico: Joseph, un simpático anciano del que se encariña inmediatamente. En su camino se cruza Anna, una mujer por la que siente una atracción especial y que traerá aún más sorpresas.

¿Qué harías si tu médico te dijera que tu padre no es tu padre biológico? Esta es una de las primeras escenas de la película y el punto de partida que pone a nuestro protagonista, Erwan (François Damiens), en pie para emprender su búsqueda.

Destacable la interpretación de Damiens, algo a lo que no estamos acostumbrados, una cara que con poco dice mucho, un semblante de rasgos duros, aparentemente inexpresivo, que llena la pantalla con ocurrentes y divertidas citas, típicas del exquisito cine francés.

Esta estrella del cine belga comenzó triunfando con los títulos JCVD, El pequeño Nicolás o Nada que declarar y más tarde, dio el gran paso a la comedia francófona con La delicadeza, Los seductores (que le brindó la candidatura al premio César como mejor actor de reparto) La familia Bélier, El nuevo nuevo testamento y Están por todas partes.

Un guión escrito con la sutileza y chispa inteligente en los diálogos, todo el peso de la historia cae en los personajes y en sus decisiones, lo que hace que suscite un interés magnífico por parte del espectador. El guionista Michel Leclerc obtuvo el César por “Los nombres del amor”.

La elección del padre, la responsabilidad paternal, las relaciones personales, la sexualidad y la atracción física son algunos temas de los que se vale la directora del film para invitar a la reflexión, transformándolos en una divertida y tierna historia familiar, de la que, a su vez, surgen otras, que protagonizan los familiares que rodean a Erwan.

Algo que podemos apreciar en todo momento durante la cinta, siendo lo más difícil de conseguir y a la vez, de lo más característico del cine francés, es esa sensación de que a pesar de estar hablando de temas profundos y sensibles, se concibe con un tono cotidiano, ameno y desapegado, rozando casi lo trivial, obteniendo un resultado dulce, ligero y conmovedor, ingredientes decisivos de la comedia francesa.

 

 

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