Crítica

Publico recomendado: +12

Raphaël es un veterano de la Primera Guerra Mundial que cuando vuelve a su pueblo natal, descubre que por un lado, su mujer Marie ha fallecido trágicamente y por otro, que tiene una hija de a penas meses que hasta entonces había sido cuidada por Adeline, una solitaria propietaria de un hostal y amiga de su difunta mujer.

La hija de Raphaël, de nombre Juliette, crece en el pueblo donde todos le dan la espalda y se enfrasca en la música descubriendo que tiene un don par el canto y el piano. Un buen día, una bruja del pueblo le dice que verá unas velas escarlatas en el cielo que la sacarán del pueblo y desde entonces, ella vive esperando este momento.

El director es Pietro Marcello que tomó como referencia la novela del escritor ruso Aleksandr Grin, Scarlet Sails escrita hace un siglo. Pietro consigue un film con una estética tremendamente acentuada muy alejada de lo digital. Le da, a través de los planos, encuadres y movimientos de cámara una textura propia del cine de principios de los años veinte, recordando un poco al cine de Pasolini.

De corte romántico y naturalista, esta película se acerca mucho a lo documental. La trama se desarrolla en un pueblo rural en algún lugar del norte de Francia. El sonido ambiente recrea a la perfección el silbido de los árboles cuando el viento se cuela entre sus hojas. La iluminación enfrasca un entrono acogedor, cercano y tremendamente verosímil que resulta particularmente familiar. La música está muy presente de manera muy orgánica por medio de las canciones interpretadas por la novel actriz Juliette Jouan que da vida a Juliette.

Podríamos decir que la estructura se sale de lo habitual. En un principio, el protagonista es Raphaël  interpretado Raphaël Thierry. A medida que su hija crece, le cede el protagonismo total, como un reflejo de las relaciones paterno filiales en las que de alguna manera, uno deja de ser el eje central de su propia vida en el momento en que es padre.

Cuando Juliette toma protagonismo, todo se envuelve con un halo de esperanza y romanticismo extra, propio del espíritu soñador de que ella tiene.

La relación que ambos construyen es tierna, unida por su amor por las artes plásticas, siendo él un artesano que trabaja la madera con maestría y ella una excelente compositora.

Esta película es realmente bella, en forma y contenido. Habla de la sed de soñar, de buscar un camino que seguir. Pero sobre todo, enternece la relación entre un padre y una hija que se blindan el uno al otro para seguir adelante.

Rocío Molina