Crítica
Público recomendado: + 13
Juliette creció sola con su padre Raphaël en el norte de Normandía, a la vuelta de la Primera Guerra Mundial. Nació mientras él combatía en las trincheras y encuentra que su esposa Marie murió. La niña, apasionada por el canto y la música, conoce un verano a una bruja que le promete que unas velas escarlatas algún día la sacarán de su pueblo. Juliette nunca dejó de creer en esta profecía.
Un pequeño cuento mágico, un cuento de hadas de estética impecable y añeja. Los atavismos y rencillas, las venganzas soterradas, hacen que vivan marginados por el resto del pueblo, pero se apoyarán mutuamente con los lazos fuertes del cariño. Él ahora se dedica a trabajar la madera con enorme talento, con verdadero don. Raphaël cuida con ayuda de Madame Adeline, una valiente y generosa viuda, a su hija hasta que crece y se convierte en una mujer con sus propios deseos.
La frase del escritor ruso Aleksandr Grin “cualquiera puede hacer milagros con sus propias manos” impregna este pequeño gran cuento, desde las creaciones de juguetes de madera de Raphaël, hasta su gran obra. No dejar de soñar como motor que impulsa la vida lograda, buscar el aprendizaje y nuevos retos, son los pequeños mensajes de este cuento mágico-lírico que se disfruta de principio a fin.
Después de Martín Edén, que adaptaba la novela de Jack London, el realizador italiano Pietro Marcello inspira a su manera el relato infantil titulado “El velero rojo”, de Grin. La película se hace grande con su tono poético, que visita también el género musical con las canciones que entona Scarlet. La película está rodada con un estilo de documental, donde de hecho se entremezclan imágenes reales del fin de la guerra, de los exiliados, de la posguerra.
Magnífica la Juliette crecida interpretada por Juiette Jouan, así como Raphaël su padre, el actor Raphaël Thiéry, que borda su personaje, además de conmover.
María Molina