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Secretos de Estado

Caratula de "Secretos de Estado" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Adultos

Hay que ver muchas películas flojas para encontrar un buen thriller de espías, periodistas y juicios. Secretos de estado es, sin duda, uno de ellos. Basado en el caso real de la analista de inteligencia que filtró a la prensa un memorándum acerca de las presiones en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en los días previos a las operaciones militares en Irak de 2003, aborda temas de gran calado como los límites a la acción del Estado, los poderes de vigilancia sobre los ciudadanos y el uso de la tecnología para proteger o coartar las libertades. Por encima de todo sobrevuela el viejo debate de Antígona: si ha de obedecerse la ley del Estado o ha de seguirse lo que dicta la propia conciencia.

Es verdad que la película cae, a veces, en la exaltación de quien filtra información confidencial llevado por buenas intenciones frente a quien trata de que se cumpla la ley y de impedir que alguien haga prevalecer su propia opinión frente a las decisiones de un gobierno democráticamente elegido. Esta es, quizás, el mayor reproche que cabe hacerle al guion. Trata al gobierno británico como si, lejos de ser una democracia, fuese una tiranía que carece de la legitimidad que le dan los votos y de la que, por intensas que sean las protestas, un movimiento de manifestantes no le puede despojar. Hay aquí ecos de otras grandes películas de los últimos años como Los archivos del Pentágono (Spielberg, 2017).

Todo el largometraje gravita sobre el personaje de la filtradora Katharine Gun, a quien encarna Keira Knightley en un papel estupendo. Sin embargo, no deben dejarse de lado esos personajes aparentemente secundarios que van ganando fuerza a medida que se desarrolla la acción; por ejemplo, ese abogado de derechos humanos llamado Ben Emmerson y a quien da vida Ralph Fiennes. Uno desearía que todos los abogados de cine negro tuviesen esa voz.

Hay una reflexión antropológica sobre la libertad de conciencia que animará las conversaciones de los amigos. Gun obre movida por la indignación y el deseo de cambiar las cosas, pero en realidad fracasa porque, de todos modos, Irak es arrasado y todo lo que ella quería impedir termina sucediendo. Sin embargo, ella ha obrado conforme a lo que creía que era decente, justo, ético… pongan el adjetivo que deseen. Ha quebrantado la ley. Ha puesto en peligro a su esposo kurdo. Se ha arrogado el poder de decidir sobre cosas que no conoce por completo. ¿Ha tenido sentido su acción? ¿Ha hecho lo correcto?

No dejen de verla.

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