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Silvered Water (Syria Self-portrait)

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

El origen de esta película es el encuentro entre el director de cine sirio exiliado en París Osama Mohammed y la activista kurda Wiam Simav Bedirxan, que nunca había hecho cine y vive en Homs, la ciudad bombardeada por las tropas de El Asad. Todo surgió a través de Facebook.

La joven kurda le preguntó al director qué filmaría si él estuviese en Homs. A partir de ahí, surge una colaboración que da como fruto esta narración de mil y un relatos a dos voces entre una joven que graba y un hombre que edita, monta y ordena la mirada.

Por la pantalla va desfilando el espanto de la guerra civil siria que cada día llega a las redes a través de los miles de vídeos rodados con teléfonos móviles y webcams por los testigos del horror: francotiradores que disparan sobre niños, bombas, torturas.

Silvered Water (Syria Self-Portrait) es un largometraje bastante corto (92 minutos) que, no obstante, parece durar mucho si uno atiende al sufrimiento contenido en cada instante. Sin embargo, la cámara se vuelve, a la vez, testigo y salvadora. Refleja una mirada –la de la joven kurda- y, en ese acto de testimonio, la salva y la dota de un sentido en medio del terror. Esta película es trágica pero no melodramática. Es un documental pero rompe con la estética del director como notario de la actualidad filmada. En realidad se trata de esas imágenes que llegan a través de las redes sociales y que aquí reciben un sentido narrativo y un eje argumental en torno al autorretrato de Siria.

El dolor no excluye cierta belleza tristísima. Hay un momento en que un niño se alegra al encontrar una flor que ha brotado entre las ruinas de un edificio destruido. Después de cogerla, debe decidir por dónde sigue caminando a sabiendas de que en un cruce de calles hay un francotirador. La carrera de unos metros para eludir la muerte nos recuerda las terribles imágenes de la Avenida de los Francotiradores del Sarajevo asediado durante la Guerra de Bosnia. Hay destellos de nostalgia y sombras de lo que Homs fue antes de que se abriesen las puertas del infierno.

Las imágenes rodadas por Bedirxan se alternan con las grabaciones que se suben a las redes sociales: las que toman las víctimas y la que sacan los verdugos. El director las ve y las reformula en un relato desde su exilio en París. Es inevitable que aflore la culpa por la cobardía de quien ha huido del conflicto.

Si Sherezade enlazó cuento tras cuento durante mil noches y una noche para salvar la vida y liberar a su pueblo del miedo, Osama Mohammed y Simav Bedirxan hilvanan las imágenes de la destrucción de una ciudad y sus habitantes y así rescatan su memoria y denuncian su sufrimiento.

A la vez, la película es un canto al cine y a su poder de evocar y contar.

No dejen de verla.

 

 

 

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