Crítica
Público recomendado: +18
Skin está basada en la historia de Bryon Wydner, un joven norteamericano que se involucró con grupos neonazis de cabezas rapadas y movimientos de la supremacía blanca, que pasaron a ser su única familia desde su adolescencia, cuando pasaba el tiempo básicamente merodeando por las calles. Acabó uniéndose a las 18 años al grupo de los Soldados del New Reich. Tras varios años conviviendo con grupos violentos, el joven Wydner conoce a una madre soltera de tres hijas, de la que se enamora, lo que le hace reflexionar y tratar de escapar de la violencia y el odio racista con la ayuda de un activista negro, Daryle Damont, que lidera un grupo antirracista y contrario al odio.
Se trata de la cuarta película dirigida por el cineasta israelí Guy Nattiv, que desde que realizó su primer cortometraje en el 2002 ha ganado diversos premios internacionales por su trabajos en prestigiosos festivales: Sundace, Berlín o el Oscar en el 2018 por su cortometraje Skin, historia en la que no está basada el largometraje del mismo nombre. Skin retrata la forma de vida de los grupos racistas de cabezas rapadas, así como la manipulación a la que se vio sometido Wydner por parte una pareja que lideraba uno de aquellos grupos al que él perteneció, quienes le acogieron como a un hijo cuando Wydner vagabundeaba por las calles huyendo de sus verdaderos y alcohólicos padres.
Se trata de una historia con un buen ritmo y adecuada factura visual e interpretaciones, que se centra en la pareja protagonista, formada por Bryon y Julie, la joven madre soltera. La historia se adentra en las dificultades que afronta para salir del grupo violento, que se sentirá traicionado con su deserción. En total, dos años de amenazas, según Bryon cuenta en el documental que el canal MSNBC realizó sobre su vida en el 2012. La historia enseña cómo el amor puede transformar una vida fragmentada por el odio. El romance y el sentimiento paternal que despiertan en él las hijas de su pareja le llevarán a superar las amenazas de muerte y el acoso de sus excompañeros, así como las numerosas y dolorosas intervenciones quirúrgicas a las que se somete para borrar los tatuajes racistas que cubrían casi totalmente su cara y parte de su cuerpo.
Aunque la película no se ceba con las escenas de violencia, sexo o el lenguaje descarnado, muestra varios episodios de todo ello, al tratarse de una historia sobre enfrentamientos raciales cargados de odio e ideología radical.
En definitiva, una película interesante, basada en hechos reales, con personajes de vidas complejas, cargadas de violencia, pero donde también aflora la savia vital del cariño y ternura, que reconducen la existencia hacia algo más fuerte y sugestivo que el mero odio.