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Sobibor

Caratula de "Sobibor"

Crítica

Público recomendado: adultos

El alzamiento de los prisioneros del campo de exterminio de Sobibor el 14 de octubre de 1943 y la posterior fuga de unos 300 de ellos son el eje central de esta superproducción rusa que es la ópera prima de Konstantin Khabenskiy (Leningrado, hoy San Petersburgo, 1972).

En realidad, lo ocurrido en Sobibor ha despertado el interés de los productores europeos en alguna otra ocasión. Además del telefilme británico “Fuga de Sobibor” (1987), destaca por derecho propio la magistral “Sobibor, 14 de octubre” (2001) del gran director francés Claude Lanzmann. Así, no debe sorprendernos que sea ahora la cinematografía rusa la que se arriesga con la narración de uno de los episodios más extraordinarios, heroicos y dramáticos registrados la historia del Holocausto. Aquel día de 1943 un grupo de prisioneros liderados por dos judíos -el ruso Aleksander Pechersky y por el polaco León Feldhendler- se revolvieron contra los SS que custodiaban el campo y mataron a 11 de ellos, así como a varios de sus auxiliares ucranianos. Al alzamiento, le siguió una evasión que terminó de forma trágica con la mayor parte de los prisioneros muertos a manos de los alemanes y sus colaboradores. Sólo sobrevivieron 53 de los fugados. Algunos lograron unirse a grupos de partisanos.

He aquí el relato histórico del que parte esta película de magnífica factura y dramatismo sostenido. Clásica en su estructura, con una puesta en escena cuidadísima, desde las primeras escenas -esa llegada de tren, esos retratos iniciales de los que después protagonizarán el drama- el director nos anticipa que, en la gran tradición del cine histórico ruso, veremos en la pantalla las escenas más espantosas. Khabenskiy no nos ahorra el espanto de la cámara de gas ni la deshumanización del oficial alemán Karl Frenzel (Christopher Lambert) que contempla la muerte de decenas de mujeres a través de un ventanuco.

Esta película es tan cruda que, a veces, raya en lo obsceno. En el debate sobre la representación de la muerte, la crueldad y el sufrimiento, el director opta por representarlo de forma descarnada. El contraste con Lanzmann es total. Allí donde el francés deja que hablen los silencios y las voces de los testigos, Khabenskiy da entrada a los actores. Queda para el espectador tomar partido en la polémica sobre la posibilidad y la legitimidad de representar lo irrepresentable, es decir, de limitar a una imagen el horror inefable que quizás sólo podrían describir quienes no volvieron.

Hay varios niveles de lectura de esta película sobrecogedora. Por un lado, hay una reflexión sobre la dignidad de quienes se atrevieron a pelear y fugarse. Por otro, con una perspectiva más histórica, está la refutación de la mentira que tantas veces se ha repetido: que los judíos se dejaron conducir como ovejas al matadero. Tal afirmación es simplemente falsa. Así, “Sobibor” abunda en la reivindicación que han formulado largometrajes como “Resistencia” (2008), la película sobre la unidad partisana de los hermanos Bielski.

Se trata, en fin, de una película muy recomendable a pesar de ser muy dura. Ahora bien, ¿puede haber una película sobre el Holocausto que no lo sea?

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