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Soul

Caratula de "Soul" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Todos los públicos

Película estrenada en plataformas

Las películas familiares, para serlo de verdad, se mueven por lo menos en dos planos, el de los niños, y el de la temática para adultos. Soul se ha complicado demasiado. Joe es un profesor de música de vida gris, que sigue soñando con ser la estrella de jazz que cree que está llamado a ser. Pero de repente, su vida, por decirlo de algún modo, cambia de escenario, y se encuentra alternando entre en el más allá y el “más acá”, el lugar donde están las almas antes de nacer. En este nuevo “escenario” tiene un objetivo claro: volver a su vida y cumplir su sueño, el que estaba a punto de realizar: ser un aclamado músico de jazz.

Su odisea de volver a la tierra la hará acompañado de 22, un alma que no quiere bajar a la tierra, porque no encuentra en la vida “allá abajo” nada interesante. Continúa así la búsqueda en pareja, de larga tradición literaria y cinematográfica (desde el Quijote, a Nemo pasando por Holmes y centenares más). Joe y 22 verán sus vidas entrecruzadas y ambos, sin pretenderlo, y sin saber que lo están haciendo, enseñarán al otro el verdadero sentido de la vida, que no está en uno mismo, ni siquiera en perseguir el propio sueño: vivir la vida es infinitamente más grande que lo uno piensa o siente. Dejarse impresionar, impactar por las pequeñas cosas de la vida es el mensaje más grande y más positivo. Y también que al final, uno debe entregarse por los demás, que es quizá la enseñanza más cristiana y universal conocida.

El camino escogido para esta enseñanza es arriesgado. Hablar de la vida en el más allá en el cine es complicado, especialmente en el cine familiar. Pixar lo logró con mucho éxito en Coco, y exploró -con bastante tino y lagunas menores- la riqueza de la psique humana en Del revés (Inside out), dirigida esta última, también por Peter Docter. Esta vez no ha dado en la diana. El montaje de una complicada escatología, confusa, sincretista y muy al gusto new age, distrae por completo de la verdadera historia, que brinda verdaderas emociones en muy escasos momentos. Aunque se resuelve bien la historia, por el camino ha dejado muchas incomodidades: esos más allá y más acá burocratizados, los elementos chamánicos e irracionales como puntos de salvación, etc. Queda a salvo la libertad humana, eso sí, y la introducción a lo repentino y absoluto de la vida detrás de la muerte. El director ha puesto la mirada en un fenómeno asombroso y del que se viene hablando mucho en las últimas décadas: la visión de túnel y el momento del tránsito entre la vida y la muerte. Y además se mete en el jaleo que ha preocupado a toda la historia de la filosofía, ¿cómo resolver la dualidad de cuerpo y alma? No solo tras la muerte, sino cómo entender que es problemática la conjunción de cuerpo y alma y que hay vidas que parecen han perdido el espíritu y vagan desorientadas y desconectadas de su verdadero ser. Pero todo esto merece comentario después de la película. Sin necesidad de hacer filosofía barata, esta es de las películas que necesita un “tercer tiempo” con la familia.

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