Crítica
Público recomendado: +18
Los londinenses Neil (Tim Roth), Alice (Charlotte Gainsburg) y los jóvenes Alexa (Albertine Kotting McMillan) y Colin (Samuel Bottomley) están de vacaciones en Acapulco. Y qué vacaciones: en un hotel de primera, piscina infinita, vistas preciosas y atención de lujo. El primer plano de la película, uno primero de peces recién pescados, debió servir de advertencia de destripe, al igual que otro más adelante, casi imperceptible, cuando Neil cruza una calle sin reparar en los coches. Semejantes pistas sutiles se pueden apreciar aquí y allá en este drama mexicano.
Hay que advertirlo: lo bueno de ver Sundown (Michel Franco, 2021) es hacerlo sin saber una sola cosa. Verla como si no hubiese una revelación que, en cuanto a revelaciones va, se puede presentir desde entrado el metraje, pero se desea con toda la voluntad que Franco no la haga, que no exista, que no haya recurrido a truco semejante.
Alice recibe una llamada de Richard, alguien que asumimos es un familiar o cercano a la familia. La madre de Alice está en el hospital. Fin de las vacaciones. De camino al aeropuerto, una segunda llamada: la señora ha muerto. Desconsolada, entrega el móvil a Neil, quien es claramente quien mantiene la calma. Lo fascinante de Neil es que, ese estado entumecido de Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé, lo tiene, al parecer, con todo y con todos, constantemente. A punto de abordar, se da cuenta de que ha dejado el pasaporte en el hotel. Alice coge el vuelo con Alexa y Colin, y Neil, quien dice que los seguirá en el vuelo siguiente, se sube a un taxi: «hotel», le dice al conductor. Así, sin más. «¿Cualquier hotel?», le pregunta. Neil asiente. Aquí se cocina algo.
O eso parecía. Franco hace que Neil se quede en un hotel barato bebiendo cerveza sentado en una silla de plástico a la orilla del mar. Le da igual la madre, Alice, el trabajo de llevar a cabo el funeral, el estar allí para Alexa y Colin. Como no estamos seguros de cuál es el vínculo entre él, Alice y los niños –evidentemente Richard lo conoce, pues habla con él por teléfono— empiezan las especulaciones: ¿es su marido? ¿es el padre de los chicos? ¿están divorciados? ¿es su hermano? ¿es Richard el marido de Alice? No lo sabremos hasta bien avanzada la cinta. Mientras, Neil se consigue una novia mexicana, Berenice (Iazua Larios), y deja de contestar llamadas y mensajes. Su indiferencia es tal que, cuando vuelve una tarde de la calle a su habitación del hotel para descubrir que le han robado todo, se instala tranquilamente en la playa en su silla de plástico con su cerveza, como si nada. Y así va, incluso cuando las cosas empiezan a torcerse.
Hasta aquí estamos ante un personaje fascinante. Es increíble verle pasar de todo. Y Tim Roth es estupendo para esto: sus hombros caídos, su caminar descuidado, su barba de tres días, su mirada indiferente. Y de pronto, como si quisiera cargarse todo lo que ha hecho, Franco le otorga una razón al personaje por su comportamiento. ¿Qué pretendía? ¿Qué nos sintiésemos mal por haber pensado que este hombre está hueco? ¿Que nos llevásemos una sorpresa como si esto fuese un whodunnit a lo Agatha Christie? Que no hubiese razón-justificación habría hecho de Sundown una grata sorpresa. Mal. Muy mal, Franco. Como dejarnos con el peso del funeral de nuestra madre para irte a beber cerveza.