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Technoboss

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Supongamos que en una clase de niños de 2º de la ESO, un profesor da una hora para hacer una redacción acerca de lo que los chicos han hecho durante el verano. El que se aplica rellena una cara de folio, o dos incluso. Pero hay uno que entrega un folio con garabatos inconexos, apenas dos frases de comienzo, y algo que parece un sol o una montaña, una botella, y unos trazos incoherentes. Este último representa muy bien lo que es Technoboss.

Puede que hagamos una injustica al catalogar Technoboss en “comedia”, “musical” y “romántica”, porque no es ni lo uno ni lo otro y poco de lo tercero. Luis Rovisco es un empleado, a punto de jubilarse, en una empresa de instalaciones de seguridad y automatización, como puertas automáticas, barreras elevables, etc. Y poco más hay: pequeñas rivalidades en el seno de la empresa, un pasado del que poco se sabe porque a nadie importa, relaciones familiares apenas esbozadas, y una historia romántica, que solo hacia el final nos entrega algo, por poco que sea.

Una película excesivamente lenta, muy lastrada por un guion plomizo, puestas en escena naifs y situaciones carentes de tensión o fuerza dramática. La cámara se regodea más de la cuenta en el protagonista, cuyos planos interminables, sin objetivo definido alguno, no aportan significación, sino tedio y cansancio; meritorio, pero amateur, lo que hace imposible lograr una mínima identificación del espectador. Si alguna escena hubiera podido tener algún efecto dramático, el montaje se ha cuidado muy mucho de evitarlo. El carácter musical lo aporta el propio Rovisco, poniendo la voz a los temas que supuestamente van jalonando el camino a ninguna parte de este experimento fallido, en escenas que se mueven en esa delgada línea entre lo ridículo y el ensayo de colegio para la fiesta del día de los abuelos.

El mérito quizá sea el que está fuera del resultado. Luis Rovisco es encarnado por Miguel Lobo Antunes, personaje de la “cocina” del mundo del arte y el espectáculo en Portugal, abogado y gestor cultural, con varios premios a su labor profesional, pero que nunca había estado delante de la cámara. Muy meritorio todo ello a sus 70 años, y personalmente envidiable; desde aquí mi enhorabuena a su logro profesional. Yo de ser él, me sentiría orgulloso, pero como actor, no nos habíamos perdido nada, y el espectador puede ahorrarse, con toda tranquilidad, estas casi dos horas de película.

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