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Terremoto. El documental

Crítica

Público recomendado: +12

Terremoto es un nombre enormemente adecuado para la figura del cantaor que se nos presenta. Porque los terremotos proceden de las entrañas de la tierra, donde hay mucho más movimiento del que se ve. Y lo que vemos del flamenco los no entendidos son los grandes nombres que son las grandes cordilleras. Porque figuras como Paco de Lucía, sobre todo, u otras como Vicente Amigo, Enrique Morente, Jorge Pardo, etc. ya salieron de las entrañas, de las profundidades del flamenco y alcanzaron el estatus de celebridad mundial indiscutible, el primero, o de estrellas internacionales, muchos otros; con Terremoto nos encontramos en uno de los muchos movimientos sísmicos del mundo flamenco, una de las fricciones que posibilita que del choque de las placas surjan las grandes figuras. Lo mismo que las pirámides. Si una pirámide quiere alcanzar gran altura necesita una base ancha.

Terremoto, de nuevo para los no entendidos, forma parte de las placas tectónicas matrices del flamenco. Gitano, analfabeto, fue un gran cantaor, querido y recordado en su Jerez natal y que triunfó en Madrid en los años 60 y 70, muriendo muy prematuramente a principios de los 80. El documental es de muy sencilla factura, con testimonios de cantaores coetáneos y algunos actuales, familiares y entendidos de flamenco; registros sonoros de su voz, algunas actuaciones y fotografías. Abusa quizá de un tipo de elogio inespecífico que podría predicarse de tantos otros cantantes: nadie ha cantado igual, su cante transmitía emociones, derrochaba una gran emoción… Todo ello cierto, sin duda, pero como planteamiento carece de energía.

Pero encontramos por otra parte elementos muy valiosos en el documental. Uno de ellos, quizá sorprendente para el no flamenco es el carácter absolutamente directo del arte flamenco, es decir su carácter popular de verdad, libre de artificio y escaso de mediaciones: ni imagen de artista, ni apenas puesta en escena, ni ensayos. Casi no había distinción entre su cante en el tablao, en la casa con la familia, en la feria con amigos o incluso en el ensayo antes de salir al tablao: todo es arte y es inmediato, no hay razón para reservarse ni para no darlo todo cuando la ocasión se presenta; no hay preparación ni envoltorio, ni marketing de artista, ni imagen, ni ensayo de puesta en escena. El terremoto se presenta sin avisar, irrumpe, entra en escena y hace temblar lo que se le ponga por delante. Así era nuestro Terremoto de Jerez, exponente de una época en que la guitarra, la palma, el tacón y la voz no admitían más compañeros. En él no estaba todavía la fusión ni el mestizaje. Latía la pura tradición incubada durante siglos, antes de romperse el cascarón, en esa línea divisoria que para los no entendidos en flamenco, creemos que separa a Sabicas de Paco de Lucía.

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