Crítica
Público recomendado: +18
Realmente los intentos que se han hecho de llevar al cine los relatos de H.P. Lovecraft no han sido muy brillantes. Aunque hay de todo porque hablamos de más de 200 adaptaciones, incluidos cortometrajes. Algunas películas, como Re-animator (1985), son casi un insulto a la memoria del escritor americano. En el caso de The color out of the space, escrito en 1927 y traducido como El color que vino del espacio, El color que cayó del cielo o El color surgido del espacio ha conocido diversas versiones, como El monstruo del terror (1965), Granja maldita (1987), Colour from the Dark (2008), 13 Histórias Estranhas (2015) o Erial (2016).
El caso que nos ocupa es una cinta dirigida por el sudafricano Richard Stanley, que saltó a la fama en 1990 por Hardware, programado para matar y que co-dirigió La isla del Dr. Moreau con John Frankenheimer. El guion de él y de Scarlett Amaris lleva el relato de Lovecraft al momento actual, y adapta bastante libremente el argumento. Pero, a pesar de todo ello, consigue crear una atmósfera que evoca dignamente las páginas originales del libro. Echa mano de una cierta estética ochentera, con toques de psicodelia, y utiliza la animación digital con la contención necesaria para respetar el universo de Lovecraft sin excesos ni extravagancias.
La cinta recupera a Nicolas Cage, que salva los papeles con cierta dignidad, pero la que se lleva el protagonismo es la joven Madeleine Arthur en el papel de Lavinia, actriz muy curtida en series televisivas.
En fin, no estamos ante una obra maestra, pero sí ante una película que ha tratado con respeto la obra de Lovecraft, que siempre es demasiado metafísica para ser adaptada. Como no podía ser de otra manera, no hay atisbo de luz o esperanza en una película para un público muy friki.