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The lady in the van

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Esta vez es una ex monja católica que asegura tener diálogos con la Virgen y que vive como una mendiga en el Londres más flemático, discreto e increyente.

Maggie Smith, una de las grandes damas de la escena británica, encarna a miss Sheppherd en The lady in the van, de Nicolas Hytner (La locura del rey Jorge, El crisol, Mucho más que amigos…).

Personajes tan extravagantes como la anciana “caradura” descentran a cualquier sociedad del Primer Mundo, que pretende tenerlo todo reglamentado y en la que queda escaso margen para el “distinto”, sea de perfil económico y/o vital. Por eso extraña oír en este contexto que “la vida no la buscas: te sale al encuentro”, que enfatiza uno de los personajes principales de la película. Una de las frases más atrevidas que se pueden decir en nuestro pretencioso y calibrado ámbito occidental.

Pero para afirmarla con verdad, debería ocurrir lo que le sucede a Alan Bennett (Alex Jennings: La reina, Hancock & Joan, Las cuatro plumas…), un solterón escritor homosexual que se topa un día con una anciana que le pide –más bien le exige- que empuje su desvencijada furgoneta repleta de cachivaches que parece el hogar volante de alguien atrapado por el síndrome de Diógenes.

Una aceptación voluntarista, mezclado con un interés profesional por el personaje, impulsan a Bennett a acoger durante 15 años a miss Sheppherd y a aguantar sus vanidades pretenciosas, sus respuestas impertinentes, sus nauseabundos olores personales (también los detritus que expulsa en los sitios más inadecuados) y sus exigencias extemporáneas.

La anciana mendiga —en apariencia— purga un pasado que la conduce a una iglesia donde confiesa recurrentemente un doloroso suceso antiguo, del que no cree que esté perdonada, a pesar de lo que lo le afirma el sacerdote que la absuelve continuamente.

En miss Sheppherd conviven sus impertinencias y desvaríos con una vivencia católica “natural” en alusiones y actos, a pesar de sus malas experiencias pasadas en salidas y entradas al convento. Sus superioras veían en su pasión musical (era una superdotada al piano) un obstáculo para su vida religiosa. En este punto, el guionista Alan Bennett (novelista, dramaturgo y actor en la vida real), que encarna Jennings, arremete contra el catolicismo en lo que parece una herida abierta de experiencias personales pasadas.

La flema y la contención británica recorren The lady in the van, lo cual no es impedimento para proponer “elegantemente” el mensaje que es el personaje del escritor homosexual, frecuentada nocturnamente su casa por hombres, quien acoge a la anciana y aguanta estoicamente sus impertinencias sin aludir a motivaciones caritativas, sino más bien todo lo contrario. Lo que él hace no lo hicieron ni hacen sus antiguas “hermanas”: las monjas.

La crítica al catolicismo opera como una carga de profundidad en la cinta, que no empaña la magnífica actuación de Maggie Smith, de Alex Jennings y, tampoco, la buena dirección de actores con resto del reparto, secundados por unos diálogos ingeniosos, cargados del inteligente humor inglés.

Un tan extraño como didáctico final cierra esta última interpretación portentosa de Maggie Smith.

 

 

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