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The Love Witch

Caratula de "The Love Witch"

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Cuando una persona ha crecido viendo a los suntuosos, “terroríficos” y geniales monstruos de la Universal, y posteriormente pudo vivir su “revival” con la Hammer Productios con aquellas inconmensurables colaboraciones de Christopher Lee o Peter Cushing es inevitable no sentir debilidad por esta clase de películas. Cada vez es más usual ver obras que intentan rememorar el clasicismo o estilo de grabación de las producciones pasadas; en la mayoría de los casos, es un intento de dotar a una obra de un personal sello de peculiaridad con tal de llamar la atención, otras veces es simple y única pasión lo que mueve al realizador a bañar sus películas de un estilo “retro”. Quizá el mejor y más conocido ejemplo para comprender esto podría ser Quentin Tarantino: abiertamente expresa que su originalidad frente a la dirección no es sino proporcionada por un magistral “corta y pega” de antiguas películas afamadas por él, cuya pasión se demuestra en cada obra. Pero hoy en día la cosa va mucho más lejos, pues la resurrección del cine “explotation” cada vez entra con más fuerza en el mundo del cine comercial; irónico que antes se considerara esta variante como un género marginal, y ahora sea sacralizada como fenómeno sociocultural de importancia para los más entendidos del cine. La película que hoy nos ocupa no es sino un magistral déjà vu de aquellas producciones que hará sentir nostálgicos a los más adoradores del género, pues The Love Witch es un pequeño caramelo para los auténticos fans.

La trama nos sitúa en una anacrónica actualidad, donde una joven bruja práctica sus conjuros con un objetivo: el de lograr encontrar el amor verdadero, cueste lo que cueste. Sus objetivos desencadenarán una oleada de obsesiones y locura, cuyo nivel de desesperación aumentará hasta niveles insospechados. Con esta peculiar trama, la realizadora Anna Biller se vale de su profundo conocimiento cinéfilo para bañar cada escena en la esencial del cine giallo y de influencias de realizadores como Mario Bava o Dario Argento, destacando la influencia de este último en la utilización de una paleta de colores calientes y sobrecargados, y su tratamiento en especial de la brujería. Sin embargo lo único que no se ajusta a estas influencias, es el mensaje de fondo: una reflexión feminista sobre los excesos de amor y sus frivolidades, aderezada con ciertos toques paródicos, detalle por el que uno nunca termina de entender realmente en qué dirección va. Aunque este punto realmente es intrascendente, pues la reflexión queda totalmente implícita: vivimos en un mundo de hombres, donde las mujeres siguen quedando en segundo plano, lo que debe llevar a alzar el puño y reclamar la auténtica igualdad por la que tanto se ha luchado. Más allá de esta importante reflexión también tenemos los vaivenes visuales de los que Biller hace gala: incluso se permite en ciertos fragmentos realizar reflexiones existenciales al más puro estilo Ingmar Bergman, momentos de los más peculiares pero encantadoramente llamativos.

La única pega que podríamos ponerle a The Love Witch es su duración: en varios momentos uno nota que el intento de la directora por rellenar y sobrecargar elemento entorpece el avance narrativo, e incluso lo ralentiza. A su favor, la latente locura que destila el proyecto salva el conjunto, elevándola como una destacada película y acompañada de una potentísima interpretación por parte de Samantha Robinson: su presencia y aura destila ese sabor a aquelarre setentera, convirtiendo toda su actuación en el núcleo principal de la todo el film.

El resto es lo que se podría esperar de una película “explotation”: zoom in repentinos, imágenes oníricas  psicodélicas, pequeñas pinceladas de un gore muy light, una banda sonora y un diseño de producción que destila un sabor a cine italiano de terror de los años 70 y 80.

En definitiva, una película que deshará en alabanzas a los amantes de las producciones de terror “explotation” de los 70 y 80, e incluso a los admiradores de aquellas brillantes colaboraciones Roger Corman – Vincent Price. El divertimento está asegurado, pues su visionado sin duda les embrujará.

 

 

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