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The Mystery of the Pink Flamingo

Crítica

Público recomendado: +16

 

 

“Siga buscando” era el mensaje de aquellas campañas publicitarias de Coca o Pepsi, cuando abrías la botella, mirabas el reverso del tapón a ver si te había tocado el premio. Soy de esos que duda de que existiera ningún premio, pero nunca dudé del “Siga buscando”. Todo un programa de vida.

“Siga buscando” es lo que le pasa a Rego Pex, un ingeniero fabricante de aparatos de sonido, que busca, graba y registra todos los sonidos de la ciudad y del campo que puede imaginarse. En un sueño se topa con un flamenco y tanto su forma, su esbeltez, su color, su mirada… parecen invitarle a descubrir el misterio que late en ellos. Así que se embarca en una odisea que le lleva desde Valencia a los Estados Unidos para preguntar a todos los locos y pirados de los flamencos y del color rosa que encuentra.

La película documental es desigual, con un comienzo prometedor y un desarrollo que trata de agotar una búsqueda que ya nos ha agotado a los espectadores. Pego va entrevistando a artistas de la música, del diseño, pero sobre todo a artistas “de sí mismos”, a personas cuya visión artística es tan autorreferencial que poco más se puede sacar de ellos. La fotografía es excelente, por el estudio de los colores, la elección de los exteriores y el toque kitsch que es lo que busca el director en todo momento, estética que acaba siendo angustiosa. Y lo más interesante es el retrato de esta posmodernidad que tanto se ha agotado en su viaje a ninguna parte, en el que su destino final no ha sido más que el “sé tu mismo”, parecido a los mantras tipo Disney, “sigue los deseos de tu corazón” y cosas por el estilo. Luego están las poses más aburridas. John Waters, que ha buscado hacer del mal gusto una casi religión, también vende su discurso del “sé tú mismo y no hagas lo que los demás quieren que hagas”, para después de echarnos este sermón laico, acabar diciendo que en tu obra “pon algo de sexo o violencia, eso funciona siempre”, con lo que admite que, al final, él también hace lo que los demás quieren que hagas. Estas son las contradicciones del posmoderno, en la que toda una corriente artística que data, cuando menos del decadentismo de finales del siglo XIX ha sido incapaz de medirse con un verdadero are y ha ocultado la falta de talento en la provocación sin más.

Me trae a la mente la búsqueda y la preocupación de literatos como Stefan Zweig o Henry James, a los que les fascinaba el misterio de la creatividad humana, la búsqueda de ese centro del que brota el genio. Allí latía una búsqueda de algo más allá de uno mismo, que, si bien le faltaba llegar al verdadero punto trascendental, que no es otro que reconocer que el artista es traspasado por Dios creador (si no se admite este misterio, Mozart sería incomprensible). Pero los posmodernos acaban más cerrados aún, sin poder salir de un yo angustioso, cerrado sobre sí mismo, pero buscando un aplauso y reconocimiento que tiene como contrapartida la crítica y el rechazo inicial, y el olvido posterior y definitivo.

Algunas de las entrevistas dejan, sin embargo, reflexiones más interesantes, en torno a la autenticidad verdadera, al papel del fracaso, de la permanencia de la obra, etc. Sí, al final, lo importante es el viaje o el camino, nos dicen. Y como las grandes frases, sirve por su ambigüedad. Si no sabes dónde vas, cualquier camino es bueno, hasta que se llega a un final. El final es el punto en el que pagas la factura o te toca el premio. Por eso, no viene mal saber a dónde se dirige uno.

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