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The Vigil

Caratula de "The Vigil" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: + 16

Conforme más cine de terror veo más cuenta me doy de que el hábitat más acorde y adecuado del género es la serie B. Hay excepciones es cierto (El exorcista sin ir más lejos) pero la historia del cine ha ido dejando meridianamente claro que a menos dinero mejor película de terror. Ahí están las viejas películas de bajo presupuesto de la Universal de los años treinta, las propuestas de serie B de la británica Hammer o los subterfugios morales y antisistémicos que en su día supusieron películas como La noche de los muertos vivientes o La matanza de Texas.

El film que nos ocupa, The Vigil, tiene además un interesante añadido y es que es probablemente la primera película de terror enteramente judía. Esto es, no es que no hayan películas que se apoyen en la tradición sionista como ocurría en The Possession (2012), pero sí que hay pocas cintas estrenadas de forma internacional en el que la religión judía tenga tanto que aportar una películas de terror. Esto es algo que de entrada diferencia a una película tan modesta como efectiva. Erigida sobre los cimientos de la productora Blumhouse, The Vigil solo la ratifica como la marca más fiable dentro del género. Dirigida por Jason Blum puede que no todas sus películas sean impecables, pero sí que se encuentran algunos de lo títulos más importantes del género en los últimos años como son Déjame salir, Múltiple, El regalo o la reciente y última versión de El hombre invisible.

The Vigil es además la poco frecuente historia de un joven judío que ha perdido su fe y que se enfrentará a ella de bruces cuando tenga que hacer frente a un dybbuk, un demonio muy temido en su folklore. Lo interesante de todo esto es que The Vigil funcione tanto como películas de terror de pocos recursos, aunque bien empleados y de propuesta que al menos invita a cierto tipo de reflexión acerca del bien, el mal y Dios. Al mismo tiempo, la película supone un inquietante choque de conceptos entre la nihilista vida moderna y la entregada vida hacia una religión. Un impacto entre dos mundos extremos que colisionan en una casa frente a un cadáver en uno de esos momentos de la tradición judía, el shomer, un “vigilante” que debe custodiar un cadáver hasta que sea enterrado.

No es poco tratándose de una ópera prima de Keith Thomas que por cierto tiene en su haber un interesante cortometraje, Arkane (2017). Apúntense su nombre que conviene no perderle la pista.

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