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Tiburón 3D

Caratula de "Tiburón 3D: La presa" (2011) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes y adultos

Nadie debería sentirse engañado si al salir de ver una película como Tiburón 3D. La presa, siente que ha perdido una preciosa hora y media de su vida.

Esta es al menos, una forma de tomarse una película como la de Davis R. Ellis. Otra bien distinta, y más recomendable desde luego, es tomarse Tiburón 3D. La presa, como lo que es, una insensatez cinematográfica más cercana al delirio que a la narrativa fílmica. La razón de ser de sus personajes (por llamarlos de algún modo), sus motivaciones (por llamarlas de algún modo) y sus acciones en general no tienen mayor sentido que atraer a la mayor cantidad de público adolescente a las salas de cine y de eso, iba y va la película desde el principio, de modo que nadie debería sentirse engañado.

Otra cuestión es que Tiburón 3D. La presa flirtee con un tipo de comedia casi involuntaria en la que uno no tiene claro si lo que está viendo está pensado para hacer reír o no. Todo en la película de Ellis está cogido con hilos, desde su guión (por llamarlo de algún modo) hasta sus efectos especiales, demasiado lastrados por las modernas técnicas de efectos informáticos. Pero lo peor de todo es sin duda el hecho de que Tiburón 3D. La presa, tampoco tiene suspense, ni ideas resultonas, ni propuestas divertidas. Ellis, que aunque parezca mentira, había demostrado cierta mano en eso de hacer películas de palomitas sin pretensiones pero sí al menos entretenidas (Cellular, Destino final 2 y Serpientes en el avión), se deja llevar aquí por una insensata y desmedida obsesión por aglutinar en torno a su película a la mayor cantidad de público joven posible que, con palomitas en mano, sólo quiere que lo zarandeen de un extremo al otro de la sala. Y ni así, Tiburón 3D. La presa funciona, porque ni sus hilarantes propuestas formales encajan, ni su disparatado guión provoca el más mínimo interés. Nada en Tiburón 3D. La presa funciona.

Lo curioso, muy curioso y hasta preocupante diría yo, es que una vez ha concluido la proyección, la sensación con la que se queda uno es que el tiempo ha pasado volado. Quizá sea fruto del despropósito visual del que hemos sido testigos, pero lo cierto es que la película, sin dejar la más mínima huella, pasa en un suspiro. Esto es lo único inesperadamente bueno de la película, pero como digo, preocupante. ¿Será que Tiburón 3D. La presa idiotiza al público a través de burdos trucos y un chabacano ilusionismo?. No me extrañaría, porque todos tenemos un lado oscuro que muy rara vez dejamos salir a la luz. Sobre todo, si es de cine de lo que estamos hablando.

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