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Toc Toc

Caratula de "Toc Toc"

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

El pasado 6 de octubre, la cartelera española exhibía, de la mano de Warner Bros, el filme español Toc Toc, dirigido por el director de cine valenciano de 47 años, Vicente Villanueva, en su tercera experiencia en el largometraje tras Lo contrario al amor (2011) y Nacida para ganar (2016), ambos productos de poco fuelle en clave de comedia. Y parece que se ha estancado, porque en este filme, también suspende.

Toc Toc cuenta las andanzas de un grupo de pacientes que coincide en la consulta de un eminente psicólogo, todos ellos aquejados de TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo). Pero como el médico se retrasa, tendrán que esperarle intentando mantener a raya -o no tanto- sus manías, impulsos, convulsiones, obsesiones y rituales.

Vicente Villanueva adapta, casi a pies juntillas pero con con poco tino, la famosa obra teatral del autor y humorista francés Laurent Baffie, que está otorgando fama planetaria a la cartelera de teatro madrileña, donde la obra lleva representándose ocho años sin interrupción y en diciembre, por cierto, el montaje vuelve a los escenarios.

La primera versión cinematográfica -ya vendrán más- sobre el asunto presenta pocas novedades, y la cámara de cine -que podría ayudar a Villanueva a conseguir nuevos horizontes para la comedia, gracias a esa libertad que tiene el séptimo arte de colocar a los personajes donde quiere, sin corromper la esencia teatral -no funciona. Y no es porque Toc Toc despliegue, en consecuencia, una académica puesta en escena ni porque sus actores no estén experimentados -de hecho tiene un elenco más que solvente-, sino porque se extiende en las gracietas y los estereotipos habituales, más allá de lo que de por sí ya aporta el libreto. De este modo, abundan los chistes malos, la chabacanería gratuita, y lo grotesco de algunos personajes que resultan sobre interpretados como es el caso de Adrián Lastra o Paco León.

Y todo ese atropello informe supone un desmadre absoluto y la cinta entonces empieza a perder verosimilitud y se queda sin personalidad al ser incapaz de darle un tono concreto a la historia, que pasa por hallar unos desequilibrios interpretativos galopantes. En este sentido se acusa una frágil dirección de actores, tal vez porque Villanueva no es del todo consciente de que los tiempos del teatro funcionan de un modo y en el cine son de otro. Y todo esto se traduce en una previsible falta de ritmo que desnaturaliza la esencias del cine, pues aquí la inmediatez y los gags siempre llegan tarde.

Si la pretensión de Vicente Villanueva era llegar al espectador de cine que no va a los teatros, yerra; si la pretensión era darle una vuelta de tuerca a la pieza teatral y generar ideas nuevas, yerra; si la pretensión era hacer un Estudio 1, a partir de la obra de Baffie, yerra… A menudo dejar las cosas como están es el camino más fácil, sobre todo si no se dominan suficientemente las herramientas básicas para garantizar una adaptación digna al respetable, porque a nadie le gusta que le tomen el pelo.

 

 

 

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