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Todo a la vez en todas partes

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +13

Parece que el tema de los universos paralelos, la idea del multiverso, están de moda. Si Marvel Studios ya se ha adentrado en tan pantanoso terreno con las últimas entregas de Spider-man y el Doctor Strange, ahora nos llega un acercamiento más independiente pero claramente fallido.

Evelyn es una inmigrante china con una vida rutinaria: regenta una lavandería, se enfrenta a problemas fiscales, tiene una hija adolescente con quien no se entiende, un padre que la desprecia y su matrimonio se tambalea. De repente descubre que su vida es solo una línea temporal posible en una multitud de universos paralelos, y deberá aprender a saltar entre ellos para salvar a su familia.

Sin duda el tema de las múltiples líneas temporales, de las vidas posibles que vamos descartando según tomamos decisiones, no es nada nuevo. Ahí está el clásico del cine español, La vida en un hilo (Edgar Neville, 1945) o más recientemente, Las vidas posibles de Mr. Nobody (Mr. Nobody, Jaco Van Dormael, 2009). La propuesta que ahora nos ocupa, de los directores Dan Kwan y Daniel Scheinert, no posee ni el encanto de la comedia de Neville ni el peso reflexivo de la película de Van Dormael. Todo a la vez en todas partes, como el título parece sugerir, es un agotador ejercicio de verborrea e incontinencia visual y sonora, que intenta impactar al espectador por pura acumulación de estímulos. La película nunca parece encontrar el tono que quiere adquirir: a ratos película de artes marciales, a ratos comedia chabacana repleta de momentos de mal gusto, a ratos ciencia-ficción a lo Wachowski, a ratos drama familiar… en la batidora se mezclan referencias cinéfilas de lo más variopintas, desde Tigre y Dragón (Wo Hu Cang Long, Ang Lee, 200) a Deseando amar (Fa Yeung Nin Wah, Wong Kar-Wai, 2000) pasando por… Ratatouille (Brad Bird, Jan Pinkava, 2007).

Ninguna de ellas sin más razón de ser que el puro capricho. Y es que estos dos directores, que proceden del campo vídeo-clip, parecen no dominar el arte de la estructura del guion cinematográfico, como se desprende, por ejemplo, del hecho de acumular varios clímax en la parte final, que después de las dos horas de despropósitos hacen que el espectador se sienta totalmente desbordado y deseando que acabe.

Esto no quiere decir que la película no tenga algunos puntos a favor. Sin duda el planteamiento es original, hay algunas buenas ideas visuales y un mensaje familiar positivo (mezclado con algunas concesiones a la agenda social imperante, eso sí). Pero todo queda diluido en el batiburrillo irritante que han creado alrededor de una historia que, reducida a lo que cuenta, ni era tan enrevesada ni aportaba demasiado.

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