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Todo pasa en Tel Aviv

Caratula de "Todo pasa en Tel Aviv" (2018) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +13

Todo pasa en Tel Aviv es la quinta película del director Sameh Zoabi, nacido cerca de Nazareth en 1975. Se trata de una comedia de poco más de hora y media que se pasa volando. Esta coproducción de Francia, Bélgica, Luxemburgo e Israel nos cuenta la historia de Salam (Kais Nashif), un palestino de Jerusalén que, a sus 30 años, trabaja en Ramala como ayudante de producción en el estudio de una telenovela ambientada poco antes de la Guerra de los Seis Días: Arde Tel Aviv. Todos los días debe ir desde su casa para ir y volver de camino a la productora atravesando un control de seguridad israelí que está a cargo del comandante Assi (Yaniv Biton), cuya esposa es fan de la serie. Deseoso de impresionar a su esposa, el oficial israelí se involucra en el guion de la telenovela aconsejando a Salam sobre la trama. A partir de ahí, se va desarrollando un enredo divertidísimo en torno a la serie, que pasa a ser un relato que refleja dos miradas: la del palestino y la del israelí.

No es fácil rodar películas sobre el conflicto entre palestinos e israelíes sin caer en ciertos tópicos a los que nos tiene acostumbrado el cine militante. Zoabi lo ha conseguido. El espectador se va dejando liar por estos dos personajes que deberían odiarse, pero, en realidad, tienen mucho más en común de lo que creen. Los dos quieren agradar a sendas mujeres. Los dos quieren contar una historia que, de algún modo, sea su historia. El palestino y el israelí construyen juntos un relato que nos hace sonreír al tiempo que nos interroga sobre el odio, la violencia y la paz entre dos pueblos que habitan la misma tierra. La capacidad del cine para hacernos soñar llega al punto de imaginar cómo dos hombres pueden escribir juntos una historia que valga la pena.

Judíos y árabes aman las historias. Dos pueblos que valoran la tradición oral y el arte de contar cuentos se dan la mano simbólicamente en un guion de telenovela que amenaza con irse de madre en cada momento. Los estereotipos, los prejuicios, los tópicos y las sorpresas que nos va deparando Todo pasa en Tel Aviv tienen algo de encantador que nos hace desear que la narración dure un poco más.

La dirección de actores y los diálogos tienen momentos brillantes, pero lo mejor de “Todo pasa en Tel Aviv” es la reflexión sobre la condición humana que estos 100 minutos de buen cine nos plantean. El propio Zohabi declaró que “la comedia permite la libertad de discutir muchos problemas serios de una manera más sutil. En mis películas, mi objetivo es entretener, pero también hablar con sinceridad sobre la condición humana de todos mis personajes”. Salam y Assi tienen las mismas pasiones, los mismos miedos, las mismas debilidades y, en suma, la misma humanidad.

No dejen de verla.

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