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Trash, Ladrones de esperanza

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

De la mano de Stephen Daldry (Billy Elliot, Las Horas) y como preparando el terreno a la Navidad, nos llega una historia dura y difícil pero llena de luz. Trash nos cuenta la historia de tres paupérrimos chicos: Rafael, Gardo y Rato; que trabajando entre la basura, encuentran una misteriosa cartera que contiene algo que podría cambiar sus vidas y la de su nación: Brasil.

Esto les llevará por un camino en donde la corrupción policial, carcelaria e incluso social serán los obstáculos de una arriesgada aventura. Al estar contada desde una mirada infantil, hace que desde los vertederos de Río de Janeiro nos preguntemos por el origen de la corrupción y de si aún es posible la esperanza.

Daldry , tratando de conservar el espíritu infantil de la novela en que está basada, mantiene un estilo como de fábula y cuento, en una narración que se aleja del crudo realismo local (Ciudad de Dios); quizás con una intención añadida: la de acercar la historia a un público más familiar, que encaja perfectamente con el tipo de espectador que suele ir al cine en estas fechas; decisión muy respetable, dicho sea de paso. No obstante, el resultado final peca de la idealización de algunos personajes, más que de la pobreza en sí; un maniqueísmo propio (y hasta disculpable) de un cuento infantil, si lo miramos desde la óptica de una fábula con una moraleja dentro. Este espíritu infantil a la hora de desarrollar la historia puede restar autenticidad y credibilidad a unos ojos que no se dejen llevar por ese aire de fábula. Quizás la apertura de la película tuviera que haber dejado claro esto visualmente y no arrancar con una secuencia realista que no centra el tono mágico hasta algo entrada la película. De hecho, la elección de narrar como fábula/cuento (con el riesgo que hemos comentado y que está) permite centrar la mirada con claridad justo donde quizás se pretenda: en las periferias de la sociedad.

A nivel técnico cabe destacar un montaje vivaz, que enlaza quizás con cierto ahogo las distintas tramas pero que logra momentos de gran emoción propios de una gran estructura de guión (Richard Curtis, Love actually o Cuatro bodas y un funeral). A nivel interpretativo es indispensable resaltar la verdad y la luz que desprenden el trío de protagonistas; un candor y una autenticidad propios de actores no profesionales; seleccionados por O2 Filmes, la productora de Fernando Meirelles (Ciudad de Dios). Por otro lado, la incorporación al equipo artístico de Martin Sheen y de Rooney Mara (Her, La red social) deberían dar a la cinta lo necesario para conseguir amortizar los más de 12 millones que ha costado producirla.

A nivel simbólico (lo técnico no debería estar separado de lo estético) resulta interesante mirar dos imágenes clave: 1) Cuando al principio del todo se arroja la cartera a un contenedor de basura; se indica que la historia de la cartera o se lanza al vacío o existe un hilo conductor invisible que la sostiene, como a la vida de nuestros tres protagonista (o a la nuestra propia); se opta por la cámara lenta para decirlo visualmente; 2) El escenario de la basura y los vertederos de Río de Janeiro son como el pesebre moderno desde donde no debería poder nacer nada bueno, pues si lo hiciera, sería (para algunos) un gesto complaciente e idealizado con la clase pobre. Es necesario también nombrar la presencia de la Iglesia católica que hay en la película y el lugar de hogar/descanso que se otorga a la Parroquia; así como las distintas expresiones religiosas que no solo expresan un saber popular, sino que se muestran cómo arma verdadera y liberadora para situaciones críticas que vulneran la dignidad de la persona. Fundamental en esta línea es la secuencia del joven Rafael rezando el Padrenuestro… Los tres chicos ponen de manifiesto que cuando el hambre aprieta no solo la vergüenza afloja sino que el ingenio se agudiza y la religiosidad aparece como el tesoro más valioso. De hecho, el nombre original de la novela en la que está basada esta película es “Reyes de esperanza”. ¿Cómo unos niños que viven en medio de la basura pueden ser reyes?

En fin, una película apta para todos los públicos que desarrolla temas como la lealtad (amistad sincera y fiel), la entrega como vocación a la vida (caridad cristiana), la religiosidad como recurso para la vida o la honestidad cívica como factor de unión, fruto de un pueblo oprimido. Pero sobre todo, Trash nos devuelve la mirada sobre el enorme valor de las periferias de la sociedad, como lugar descuidado por el poder y la sociedad, donde se apartan a los más débiles de los débiles… Si no somos capaces de mirar la basura de las periferias con esta esperanza, ¿por qué mirar con ternura nuestros propios errores, esos de los que no hablamos ya porque empiezan a oler? El olor a basura, según nos dice Trash, puede ser indicador de lugar apto para que algo distinto ocurra. La basura existencial está llamada a ser un pesebre…

El desarrollo de esta crítica me ha llevado de forma natural a terminar con una frase del Papa Francisco que de alguna forma abraza la película y la resume: “Dios no tiene miedo de las periferias. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontrarán allí. Dios es siempre fiel, es creativo”.

 

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