Crítica:
Público recomendado: Mayores 13 años
Un trabajador de las alcantarillas de Bombai aparece muerto. Se acusa a Narayan Kamble, cantante de música popular de 65 años, de haberlo incitado al suicidio mediante una de sus canciones.
Hay una investigación policial y, sobre todo, un juicio. Sobre él, trata este primer largometraje de Chaitanya Tamhane (Bombay, 1987) que ha sido candidato al Óscar 2015 a la mejor película de habla no inglesa.
El ritmo es lento y angustioso como el sistema judicial indio. Poco a poco vamos conociendo a este cantante que, según dice, “todavía” no ha cantado la canción de la que se le acusa y que, de acuerdo con los cargos presentados contra él, condujo al suicidio de un trabajador. A su lado, hay un abogado defensor que, junto a la fiscal, ofrece un retrato de la India de hoy. Desde la clase media acomodada hasta la pobreza, por la pantalla desfila –en una sucesión agotadora de planos fijos- el mosaico de una sociedad con sus contradicciones y tragedias: la discriminación, el racismo, el machismo, el coche entre la modernidad y el sistema de castas, la injusticia de las desigualdades…
Hay que decir, en primer lugar, que la película no pertenece exactamente al subgénero de abogados y juicios. Por supuesto, hay algo de esto pero hay poco suspense en la trama. No sabemos, a ciencia cierta, qué va a ocurrir pero el centro de la trama no gravita tanto en la acción sino más bien en la descripción de los ambientes y las relaciones. En este sentido, se relaciona más con el cine negro o con el drama de costumbres. Es claro que el final quizás resulte algo desconcertante pero el director no engaña. Lo más importante es el juicio, es decir, el acto de la vista y el procedimiento como metáfora de la India contemporánea, y no tanto el veredicto que se alcance.
La banda sonora es espectacular y la interpretación de Vira Sathidar, el acto que encarna a Narayan Kamble, es soberbia. Sin embargo, lo más interesante es el debate que abre sobre el acto de juzgar en determinadas condiciones sociales, culturales, económicas, religiosas… Es interesantísimo el debate entre el arte –la música, en este caso- y la muerte como resultado final del acto creador. ¿Puede una canción llevar a un hombre a la muerte? ¿Cuál es el poder de una melodía? Al final, el arte se prefigura como forma de subversión y rebeldía y el artista como sujeto de enjuiciamiento aunque, ¿quién juzga a quién? La descripción del proceso recuerda a Kafka y sus conversaciones con Gustav Janouch sobre la imposibilidad de la esperanza para ellos aunque la esperanza, en general, exista.
Es una gran película. No dejen de verla.