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Truman

Caratula de "Truman" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Una robusta actuación, reconocida  en el último Festival de San Sebastián a la Mejor Interpretación Masculina a Ricardo Darín y Javier Cámara, es el aliciente que ofrece Truman, de Cesc Gay, un filme que se queda a medio camino en el modo de abordar la antesala del último tramo de la vida.

Truman, el enorme y bonachón perro que vemos en la cartel, no es el protagonista sino su amo, Julián (Ricardo Darín: El hijo de la novia, El secreto de sus ojos, Nueve reinas…) quien padece un cáncer terminal y al que llega desde Canadá para acompañar su amigo Tomás (Javier Cámara: Alatriste, Hable con ella, La mala educación…).

Convencido por su mujer, Tomás vuelve a visitar a su amigo tras varios años para compartir el momento decisivo que le toca vivir a quien es actor de teatro. En ese reencuentro, Tomás vive otro con Paula (Dolores Fonzi: Vidas privadas, El fondo del mar, El aura…), amiga de Julián y quien ejerce de “enfermera” para que cumpla las necesarias tomas de medicación y para otros menesteres.

En sus parlamentos, observamos las mayúsculas dotes interpretativas de los actores masculinos (ellos llevan la mayor parte de los cerca de 110 minutos de metraje), a quienes Cesc Gay y Tomás Aragay, han armado un guión de claras e inamovibles posiciones vitales. Lo constatamos en la rotunda opción personal de Julián a rechazar nuevas sesiones de quimioterapia tras un año de haberse sometido a ellas. Incluso impide a Tomás —contrario a que aquel abandone el tratamiento— dar abiertamente su opinión al respecto, salvo en un intento malogrado cuando los dos van a la consulta del especialista que trata al enfermo.

La química entre Darín y Cámara y la buena dirección de actores de Gay cristalizan en una portentosa naturalidad de los personajes en gestos y diálogos. La calidad formal es notable, no así el modo en el que se cuentan momentos esenciales en la vida de una persona, como son quienes padecen un cáncer terminal.

En Truman, como ocurrió recientemente en Ma ma (otra notable película que engrandece las dotes artísticas de Penélope Cruz), de Médem, se hurta al espectador un enfoque existencial más desgarrado del que se propone. Ni uno ni otro tratan “a herida abierta” del porqué de amar, trabajar, sufrir, reír, celebrar, morir… en la vida si todo acaba en la tierra. En el caso de Truman, los momentos emocionales fuertes suceden sin mediar palabras (cuando Julián abraza a su hijo en Amsterdan) y Tomás explota en llanto tras tener relaciones íntimas con Paula. En esa situación extraña es cuando palpamos que a Tomás, siempre contenido ante Julián en la expresión de sus opiniones, le ha tocado el papel inhumano del amigo que respeta “kantianamente” las decisiones, pero cuestiona también de hecho sobre qué amistad se produce entre ambos, más allá de que Tomás sostenga la economía maltrecha del amigo y le acompañe a buscar un acomodo que cubra la orfandad futura de su perro. Respetar es bien distinto a encarcelar las opiniones ante quien es amigo.

En definitiva, esta propuesta envuelta en papel de celofán, gracias a la soberbia interpretación de Darín y Cámara (que serán seguramente candidatos a los Goya), resulta artificial e incide en el planteamiento cultural actual de no plantear las cuestiones extremas que le bullen dramáticamente sí o sí a cualquier ser humano en los momentos más decisivos de la vida.

 

 

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