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Tusk

Caratula de "Tusk" (2014) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Kevin Smith se dio a conocer a mediados de los noventa con la divertida e irreverente Clerks, una película construida básicamente en los delirantes diálogos de un grupo de jóvenes con mucho tiempo libre en una tienda de barrio.

El cineasta fue uno de los iconos del cine independiente de la época y su posterior filmografía sólo incidió en su estilo provocador. Resumiendo mucho las películas de Kevin Smith no tienen pelos en la lengua, son susceptibles de ofender a más de uno, con frecuencia solo parecen buscar llamar la atención y muy rara vez dejan indiferente a nadie. Sin embargo, su frescura y su brillantez se fue apagando poco a poco y cuando fue a darse cuenta, el cineasta, que una vez rechazó realizar El indomable Will Hunting porque “nunca dirigiré un guión que no haya escrito yo”, se encontró haciendo precisamente eso. Vaya par de polis resultó ser un fracaso bastante lamentable que ni la presencia de Bruce Willis evitó que fuera directamente a las estanterías de los videoclubs.

De modo que de un día para otro Kevin Smith se reinventó y al año siguiente estrenó la brutal Red State. La cinta que nos ocupa va en esta dirección. Tusk nos cuenta la historia de un joven presentador de un programa de radio por Internet que viaja a Canadá buscando entrevistar a un colgado que haciendo el payaso en la Red se corta una pierna con una espada. Sin embargo, una serie de circunstancias -cogidas con hilos- llevaran a nuestro personaje a entrevistarse con un enigmático hombre que sobrevivió a un naufragio en pleno océano Pacífico y que asegura, fue rescatado por una morsa.

Tan singular punto de partida nos arrastrará sin contemplaciones a una truculenta y bizarra mirada sobre la monstruosidad no apta para todos los estómagos. Parece, eso sí, que Smith no ha variado sus prioridades y como cuando hacía comedia, Tusk sigue siendo un film irreverente, provocador, que a veces solo parece querer llamar la atención y que seguramente no dejará indiferente a nadie. Lo peor de la cinta es su premisa argumental, que es menos sólida que un castillo de naipes hechos de papel de fumar y que exigen al espectador correr un tupido velo y hacer como que no han visto determinadas soluciones de guión.

No obstante, Tusk maneja algunos elementos interesantes. Smith sigue sabiendo escribir diálogos chispeantes y ocurrentes de trazo grueso y la mirada que el director lanza sobre el concepto de monstruosidad invita a cierto tipo de reflexión. Además, llama la atención que viniendo de un director como Smith, tan pendiente y dependiente de los diálogos, con este nuevo giro hacía el cine de terror y sin perder sus señas de identidad, haya ganado en osadía escénica y en contundencia visual. Sin embargo, lo mejor de la película, más allá de la curiosidad de ver al célebre niño de El sexto sentido con quince años más y habiendo descuidado la línea, reside en la singular interpretación que ese mago de la caracterización que es Johnny Deep hace de un pintoresco detective privado canadiense. Absolutamente irreconocible, Deep se lleva los mejores momentos de una película a la que le habría venido muy bien repensarla un poco más.

 

 

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