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Un acuerdo original

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Romane Y Philippe son una peculiar “pareja de ex casados”, que deciden comprar una casa separada por la habitación de los hijos, para así poder compartir a los niños, sin renunciar ninguno de los dos a su crianza. La vida transcurre entre comidas y cenas, y amigos y amigas, que van y vienen. Un vida tan peculiar como el acuerdo. Ambos actores y con una vida tan desgarbada como ellos mismos. El resto de amigos y familiares les acompañan en este vuelo vital, sin más ataduras que el amor que fluye.

La película es la vida real de Romane Bohringer y Philippe Rebott. Ellos hacen de ellos mismos. Escriben ellos mismos el guion, e interpretan ellos mismos el guion. Dirigen ellos mismos la película. Sus hijos son sus hijos, sus padres son sus padres, sus hermanos sus hermanos. En fin, una especie de documental pero construido en estructura de guion de ficción.

Verdaderamente, su vida es una película. En concreto un drama en vuelto en un alegre tono vital, donde las escenas más surrealistas, se montan con escenas absolutamente cotidianas. Y ahí los hijos, que viven felices en medio del caos, donde nada es lo que parece. Papá tiene una amiga, ¡ah! No; dos. Mamá también tiene otra amiga, pansexual. Es lo que tiene cuando el amor fluye. Amiga que por cierto “comparte” con sus vecinos homosexuales que quieren tener un bebé y buscan un vientre.

La película es como un cuadro a pastel, realizado a retazos de momentos mas o menos felices. Consiguen crear un clima de normalidad, y hasta podría decirse, de cierta felicidad. La pareja se gradece mutuamente el don de lo más bello que tienen, sus hijos, incluso hay secuencias en las que parece asomarse la reconciliación. En algunos de los diálogos, ellos mismos reconocen que todo aquello no es muy normal, pero ¿Qué se le va a hacer?

La ideología de género. La disolución de los vínculos. El vagabundeo emocional, se cofunde con el existencial. Es el ser humano sin raíces, como pluma que lleva el viento. Suena y lo hacen parecer bonito (aunque a veces cuesta ver tanta gente tan mal peinada). Como decía el sociólogo polaco recientemente fallecido, Zygmunt Bauman: El ser humano líquido. El amor líquido.

Un paradigma en el que prima la inmediatez, sin consecuencias, porque no las hay. Todo es buen rollo, un neo “hippismo” que deja la vida vaciada de contenido. Cajas vacías. Mejor vivir la vida como un turista. Estamos de paso. El resultado es de una tristeza desoladora, escondida en un humanismo deshumanizado.

No se decirles si van a reír o si van a llorar. Ustedes verán.

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