Crítica
Público recomendado: +18
La despersonalización es la desconexión en la que sientes que estás fuera de tu cuerpo, como observador de lo que sucede. Es un tipo de disociación, considerada como mecanismo de defensa que tiene nuestro cerebro para desconectarnos de la realidad. Se activa en momentos en los que la realidad supera nuestros recursos para afrontar una situación estresante.
Vemos a Nat en esta situación en dos momentos de la narración. Podemos intuir su sufrimiento, su parálisis, su miedo. Solo intuirlo. Mientras la novela homónima, escrita por Sara Mesa, describe minuciosamente los razonamientos de la protagonista, Coixet rinde el talante del medio cinematográfico: deja que sea el espectador quien interprete y evita caer en el señalamiento.
La joven acaba de aterrizar en La Escapa, un minúsculo núcleo rural en La Rioja, con una decena de casas, en las que habitan personas que a priori acogerán a Nat, pero a posteriori acabarán intimidándola entre propuestas y exigencias. Esta es la apuesta más valiente de Coixet: En un formato full-frame y un montaje muy fragmentado, la catalana relata el áspero viaje interior (y exterior) de Nat, imprime las estampas de una “jerarquía del dolor” y denuncia las micro agresiones constantes que puede recibir una mujer, en un pueblo de La Rioja o en cualquier rincón del mundo. Aquí cabe destacar el bellísimo paralelismo que establece con la mujer africana a quien Nat entrevista y traduce, víctima de una grave violación. Un inquietante primer(ísimo) plano de ella abre la cinta, punto de partida profesional y emocional de la protagonista.
¿Sensación de claustrofobia? Probable e intencionadamente debido a la relación de aspecto 4:3 que vemos en pantalla. Asimismo, el enfoque selectivo (lo usa cuando ella se desestabiliza y pierde el control de sí misma), el uso de un único punto de luz en muchos de los planos que vemos, y el efecto de despersonalización (lo comprobamos en dos situaciones, insinúan un rechazo de ella hacia lo que está pasando) potencian la puesta en escena desde un tono lúgubre, putrefacto y ruinoso que nos traslada a las mismas entrañas de una mujer en la encrucijada, abatida por las circunstancias, instigadora de su deseo y cómplice de su confusión.
“Las mujeres siempre pensáis que nos tenemos que ocupar de vosotras”. Las guionistas -Isabel Coixet y Laura Ferrero- ponen el foco en la lucha de la mujer por el desapego emocional, el deseo femenino y sus múltiples y enigmáticos matices, las heridas, la búsqueda, la sanación… Y lo hacen tejiendo los girones vivenciales que ponen en jaque la estabilidad de Nat: Las respuestas agresivas del casero, la insistencia de Piter en controlar todos sus movimientos, la extraña amabilidad del matrimonio vecino y la crudeza del alemán: “aquí todo el mundo sabe todo de todo el mundo”.
Isabel Coixet pensó en Laia Costa desde que germinó la idea de hacer la película. Ya habían trabajado juntas en Foodie love y es sencillamente perfecta para Un amor. Impresiona la entereza y mimetización que desprende del personaje, especial mención en la complejidad de las escenas de sexo, abruptas, específicas y extensas.
Rosa Díe